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Las eras que caen como cascada de piedra hacia el Agadón a su paso por Monsagro
Con más de treinta eras circulares, el municipio conserva un paisaje agrícola único que será protegido como Conjunto Etnológico
Enclavadas entre las montañas de la Sierra de Francia, las eras de Monsagro guardan la memoria de una forma de vida ligada a la tierra, al esfuerzo comunitario y al ciclo del trigo. Estos espacios al aire libre, donde antaño se trillaban las cosechas bajo el sol del verano, son hoy testimonio silencioso de la historia rural del pueblo. Un rincón donde no solo se evoca el pasado agrícola de Monsagro, sino que también se ha convertido en un símbolo de identidad y orgullo local.
Como en tantas otras localidades del medio rural español, el modo de vida de los habitantes de Monsagro se basó en una agricultura de subsistencia, sobre todo cereales y legumbres, así como pastos para sus ganados. "La huella de estos modos de vida se ha traducido en un patrimonio etnográfico de gran riqueza", según han destacado desde la Junta de Castilla y León, que ha incoado el procedimiento para proteger estas eras como Bien de Interés Cultural con la categoría de Conjunto Etnológico.
Y es que este conjunto de eras circulares empedradas, una treintena, son un bien excepcional y singular en toda Castilla y León por su número y configuración.
Aunque se desconoce con exactitud cuando fueron construidas, el municipio tiene constancia de su existencia al menos desde 1752. Desde entonces, "ha sido y es uno de los lugares más emblemáticos de Monsagro, en donde además de la trilla, se aprovechaban para pasto y servían como lugar de ocio y recreo en donde se bailaba y cantaba, y se jugaba, aprovechando por su orientación hasta el último rayo de luz antes de esconderse el sol", según explica el Ayuntamiento en su web municipal.
El conjunto lo constituyen una treintena de eras circulares, empedradas con lanchas y lajas de piedra. Se rodean por muros de piedra en seco que están rematados con otras lanchas que se colocan en un sentido diagonal, con la mayor abertura hacia lo alto, con el fin de que la mies no rebasara el límite de la era. Se ubican junto al pueblo, "en su parte baja, y se adaptan al relieve descendente del monte hacia el río Agadón. De este modo, unas se van sobreponiendo sobre otras, de manera escalonada, como si se tratara de una cascada. Se acomodan perfectamente al paisaje de ladera en el que están enclavadas, ya que se trata de realizaciones aterrazadas, constituyendo bancales llamados paredones, círculo a círculo, hasta configurar un conjunto que desde el aire tiene un aire castreño", describe la Junta de Castilla y León en el anexo del expediente de declaración de BIC.

Eras de Monsagro vistas desde el satélite (Foto: Google Maps)
La función principal de las eras era permitir la trilla del cereal, especialmente del centeno, cebada y trigo, separando el grano de la paja mediante el uso del trillo y la tracción animal. También servían para la 'limpia' y posterior almacenaje en las casas familiares. La última campaña de trilla tuvo lugar en 1998, marcando el fin de un ciclo de siglos.
Una de las razones por las que estas eras han llegado a nuestros días en tan buen estado es su singular régimen de propiedad y uso. Aunque el terreno es de titularidad municipal, los vecinos han tenido tradicionalmente derechos de uso heredables. Ese compromiso ha dado frutos: las Eras de Monsagro se conservan con un alto grado de autenticidad, tanto en su estructura como en su integración con el paisaje.
Pero las eras no eran solo un espacio funcional: eran escenario de vida comunitaria. Allí se cantaba, se bailaba, se celebraba. Una dimensión inmaterial que se ha mantenido gracias a iniciativas como el Día de la Trilla, organizado por el Ayuntamiento, que revive las faenas de antaño, transformando el patrimonio en una experiencia viva.
Hoy en día, estas eras son testimonio de las formas de vida de nuestros antepasados hasta hace pocas décadas. "Son muestra de la antropización del medio natural, de la adaptación del hombre a un entorno del que extraía, con esfuerzo y sabiduría, lo necesario para vivir. El uso de la piedra y la tierra, trabajadas con sencillez y belleza, ha creado este conjunto cuya protección y conservación es imprescindible para su conocimiento por parte de las generaciones futuras", reconocen desde la Junta, que ha decidido protegerlas como BIC "por su número, estado de conservación, ubicación, disposición y construcción, con un alto grado de autenticidad".
Un espacio que preserva la memoria de una forma de vida, en la que el hombre supo convivir con su entorno y que hoy busca construir su futuro sin renunciar al pasado.
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