Cuesta escribir estas líneas. Cuesta porque no es solo una jugadora la que se despide del parqué, es un pedazo de historia, de pasión compartida, de referentes que nos hicieron amar este deporte. Se va el 6, y con ella, la sensación de que algunas jugadoras deberían quedarse para siempre. Porque quizá es la única a la que nunca quise despedir.

Pero también sé que Silvia Domínguez no se retira. Se despide del parqué, sí, pero su nombre queda escrito para siempre en el corazón del baloncesto. Porque hay trayectorias que no terminan con el último partido o el día que se anuncia adiós, sino que se transforman en legado. Hay jugadoras que no se van, sino que se quedan para siempre, en los títulos, en las ovaciones, en las miradas de las niñas que sueñan con ser como ella.

Llegó a Salamanca desde Estudiantes siendo apenas una adolescente, con un descaro en los ojos imposible de olvidar y la magia en las manos que ha sabido mantener toda su carrera. Ya entonces se hablaba de su talento con la misma reverencia que el del 'Chacho' Rodríguez. Eran tiempos en los que su juego eléctrico, inteligente y diferente comenzaba a escribir una historia que acabaría siendo eterna.

En la capital del Tormes creció, se hizo mujer y se convirtió en mucho más que una jugadora. En Perfumerías Avenida aprendió lo que significa competir, ganar, perder, sufrir, levantarse y volver a ganar hasta alcanzar lo más grande a nivel de clubes, la Euroliga conquistada con un equipo que representaba a una ciudad de apenas 150.000 habitantes.

Su ambición y su talento la llevaron más lejos: conquistó otra vez Europa con Ros Casares y UMMC Ekaterinburgo, sumando Euroligas, Copas y Ligas que hoy adornan las vitrinas de los clubes, pero sobre todo, engrandecen su leyenda personal.

Y cuando ya lo había visto y ganado casi todo volvió con las mismas ganas de competir. Porque el alma siempre regresa a casa, para liderar, para guiar, para inspirar. Diez años más al frente de Perfumerías Avenida, no solo como jugadora. Capitana, referente, voz en el vestuario, ejemplo en la pista. El corazón que latía al ritmo del equipo. La brújula que señalaba el norte incluso en las tormentas.

A su lado crecieron generaciones de jugadoras. Con ella llegaron más títulos, más noches para el recuerdo como la de aquella Copa de la Reina en Girona imposible de olvidar capitalizando una remontada que tocó la fibra de todos en su primer trofeo copero en España. Siempre con ella, más razones para amar este deporte.

Y mientras tanto, también fue pilar de una selección española que vivió su época dorada, dejando en cada torneo una muestra de su inteligencia táctica, su carácter indomable y su generosidad inquebrantable aun en momentos en los que ella misma no lo pasaba bien. 

Hoy, el baloncesto despide a una de sus grandes y Salamanca, que la vio llegar siendo niña, la despide como leyenda. No habrá más asistencias suyas sobre el parqué ni robos imposibles ni canastas o rebotes inverosímiles rodeada por las más grandes del equipo rival mostrando con orgullo su camiseta de Avenida a la 'marea azul'. 

Sin embargo, queda lo más importante: su huella, imborrable. Su forma de entender el juego. Y más allá su manera de liderar, su pasión, su entrega, su compromiso, su fe. En definitiva, su legado. Silvia Domínguez se retira pero el baloncesto, desde hoy, es un poco más suyo. Porque hay carreras que no se acaban, se convierten en historia. 

El 6 cuelga las zapatillas, pero sigue marcando el camino.

Gracias, Silvia.