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En memoria de José García Martín (Pepito)
Hace unos días nos dejaba José García Martín (Pepito), persona clave en la vida cultural y artística de Salamanca durante varias generaciones.
José García Martín, Pepito, había nacido en la localidad de Navahombela, Salamanca, en 1942. Era hijo de Francisco Martín García y de Florencia Martín Hernández. Después de vivir unos años en La Tala, donde su padre ejercía de maestro, llegó a Salamanca de la mano de su abuela para estudiar en el Colegio Champagnat de los hermanos maristas.
Desde muy joven se interesó por la literatura y las artes formando parte del ambiente creativo de esta capital. Amigo de escritores y pintores, participó con ellos en muchos de los eventos culturales que se realizaron en Salamanca, durante más de 50 años.
Pepito fue un gran entendido en pintura que acabó convirtiéndose en artista. En un momento en que el informalismo era vanguardia, él encontró su forma de expresión en el collage, recordando su obra, entre la de otros artistas, la de Gustavo Torner y Gerardo Rueda.
Fue columnista -ocasional- de El Adelanto durante una época de su vida. Sus trabajos recogían curiosidades y pervivencias de tiempos ya pasados, con referentes en la naturaleza y el entorno rural donde él había nacido. El Museo de Salamanca, del que fue destacado colaborador, recopiló sus artículos periodísticos y los editó en forma de libro bajo el título de Escritos caprichosos y lejanos.
Dotado de una gran sensibilidad, también cultivó la poesía. Sus versos se encuentran dispersos en varias revistas locales como Álamo o Papeles del Novelty. En 1985 vio la luz un elenco de poemas de honda preocupación medioambiental, Estampas de las crónicas perdidas, ilustrado con dibujos de Manolo Morollón.
Fue un apasionado de los toros. También de la etnografía, cuyo patrimonio material coleccionaba con un sentimiento de nostalgia hacia sus raíces. Y fue, así mismo, un gran conocedor de la arqueología salmantina, a la que dedicó algunos artículos de investigación publicados en la Revista Provincial de Estudios, editada por la Diputación.
Con el fallecimiento de Pepito, Salamanca pierde, además de un creador, uno de sus vecinos más admirables, pues su vida fue un ejemplo de superación ante la adversidad. Fue un hombre que irradiaba alegría. Por eso, porque siempre tuvo una palabra amable, un comentario agudo, una anécdota feliz para contar a cuantos compartían con él el día a día, fue tan querido por todos los que le trataron.
DEP
Un grupo de amigos
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