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El engranaje humano detrás del helipuerto del Hospital: precisión suiza para emergencias críticas
Un equipo médico coordinado al milímetro, donde cada segundo y cada gesto cuentan para salvar vidas, tal como lo relatan los profesionales del Complejo Asistencial charro que lo hacen posible
El cielo ruge y una aeronave se posa sobre el hospital con la precisión de un compás. Arriba, en la octava planta, la vida late con prisa. Es el helipuerto del Hospital Universitario de Salamanca, y cada segundo que pasa puede ser el que se gana… o el que se pierde.
Nacho Estévez Aparicio, encargado de turno de celadores, explica cómo se activa este engranaje perfecto: "Recibimos llamada de aviso desde el centro coordinador de Emergencias anunciando el tiempo de llegada del helicóptero a través de una busca que está disponible los 365 días del año. Nos llaman desde la central, nos comentan que mandan el helicóptero y el tiempo de llegada", expresa.
"Inmediatamente llamamos al personal de mantenimiento, que sube a hacer las comprobaciones necesarias en las distintas zonas sensibles del helipuerto. Se revisa todo al detalle. Además, si están en marcha las obras del edificio de consultas, se contacta con los responsables para que retiren la pluma de la grúa, ya que en ocasiones puede invadir la zona de aterrizaje".
Es entonces cuando cuatro celadores, equipados con chalecos reflectantes, suben por el único ascensor que alcanza el helipuerto. "Bloqueamos ese ascensor. Sólo tenemos uno que llega hasta la octava planta y, por tanto, debemos asegurarlo para la operación".
La aeronave desciende y, aunque el impacto visual es claro, el protocolo no permite improvisaciones. "Esperamos que aterrice, aunque lo veas tocando suelo no podemos salir con la camilla", señala Nacho. El helicóptero abre su 'panza' por la parte trasera y emerge una camilla con colchón de vacío fijado a una tabla espinal, necesaria para contrarrestar las vibraciones del vuelo, incluso en pacientes que no están politraumatizados.

"El impacto en la mortalidad ha sido espectacular desde que el helicóptero aterriza en el helipuerto del hospital"
"Cuando lo sacan lo colocamos con ayuda del equipo médico a fin de preservar la seguridad del paciente y a su vez devolver el colchón vacío fijado a la tabla espinal lo antes posible para una posible nueva intervención, siempre desinfectados por si tuvieran una emergencia en el vuelo de regreso".
El paciente es trasladado junto con el equipo médico al destino que la urgencia de su patología: infarto, ictus, hemodinámica, REA de Urgencias, rayos.... "A veces subimos con cardiólogos o neurólogos, dependiendo del caso. Otras veces nos esperan abajo", explica el celador.
Un miembro del equipo lleva la documentación clínica del vuelo a Admisión de Urgencias. Allí se solicita la historia médica del paciente, que pasa a manos del equipo que ya lo está atendiendo. Y, cuando todo está hecho, se acompaña al personal del helicóptero para reordenar el material y cerrar la puerta del helipuerto. El protocolo se cierra. El corazón del engranaje sigue latiendo.
Desde Neurología, Jesús Vizcaya, coordinador de la Unidad de Ictus, subraya la relevancia del tiempo: "El tiempo es cerebro. El Servicio nos hace un preaviso, nos da las características del paciente, y con la clínica nos podemos hacer una idea del tratamiento que va a recibir, si a trombectomía mecánica... Entonces comenzamos a preparar pequeñas cosas que nos dejen ahorrar tiempo: dejar una analítica sacada, hablamos con los compañeros de radiología para que estén pendientes del TAC. A veces el equipo del helicóptero ya tiene la muestra de sangre hecha. Solemos subir al helipuerto para hacer una exploración rápida, confirmar nuestras sospechas y llevarle lo más rápido posible. Los minutos son muy valiosos para preservar el tejido cerebral".
"Es diferente un traslado de 30 minutos a uno de dos horas. En lo que llevamos de año ya se han hecho diez traslados, por lo que probablemente a finales de año se hayan atendido en torno a 20-25 ictus. Tener el helicóptero es fundamental. Afortunadamente nuestro centro cuenta desde hace tres años con la trombectomía. Ahora somos autónomos en esta prestación, y eso sí ha significado un cambio radical".

Por su parte, Alejandro Diego Nieto, cardiólogo intervencionista y coordinador del código infarto en el área de referencia, es tajante: "La clave de todo esto es que hablamos de patologías que tienen una dependencia del tiempo tremenda. Nosotros tenemos una ventana de oportunidad muy estrecha para poder cambiar el pronóstico de los pacientes que tienen un infarto de miocardio. Cada diez minutos que se retrasa la apertura de la arteria que se ha cerrado, aumenta un 7% la mortalidad. Entre la primera y la tercera hora de evolución del infarto es el momento en el que el impacto de lo que podemos hacer es máximo".
"El protocolo Código Infarto funciona desde 2014 y en 2021 se renovó para adaptarse al nuevo hospital. Antes el helicóptero tenía que aterrizar en Salas Bajas, y desde allí trasladarse en UVI móvil: en menos de 20 minutos era imposible llegar al hospital. Ahora, en 2 a 5 minutos desde que el helicóptero toca tierra, el paciente puede estar en Hemodinámica abriéndose la arteria. El impacto en la mortalidad ha sido espectacular".
"Nuestro objetivo es llegar en menos de 120 minutos desde el primer contacto médico hasta la apertura de la arteria. Es difícil lograrlo desde zonas remotas, pero con el helicóptero lo estamos consiguiendo. Los pacientes llegan en tiempo y forma".
"Este trabajo es un engranaje coordinado. Y es esa coordinación la que ayuda a limitar la mortalidad en procesos tan graves"
Y añade una reflexión ya que aquí la presión es máxima. "Los médicos que estamos en Urgencias, en Cardiología, patologías isquémicas... llevamos críticos, es nuestro pan de cada día. Hay casos más estresantes: pacientes jóvenes, paradas cardiorrespiratorias... Tenemos unos 2.000 infartos al año, y unos 500 avisos anuales en helicóptero, aunque no todos son infartos. Es más importante diagnosticar de más que de menos. Si alguien cree que tiene un infarto hay que traerlo rápido. Si se tarda en diagnosticar, las consecuencias pueden ser atroces. Hay que tener un 10-15% de falsa alarma para no dejar atrás a nadie".
Desde Urgencias, Consuelo Crespo Martínez, adjunta del servicio, ofrece una visión más amplia: "Aparte de estos pacientes, también recibimos otros muy variados: politraumas, amputaciones, cornadas, síncopes, paradas cardíacas... A veces los códigos ictus pasan primero por Urgencias y van a la sala de críticos, donde tenemos tres puestos. Recibimos a los pacientes del helicóptero, y ahí llegan los neurólogos, cardiólogos... Según lo que veamos, avisamos al equipo adecuado. A veces se quedan en los boxes de Urgencias mientras les estabilizamos antes de ingresarlos".
Todos ellos sentencian con una verdad que atraviesa todo el relato:"Aquí todos somos importantes: el que traslada en la camilla, el que receta una pastilla, quien te abre la puerta... Este trabajo es un engranaje coordinado. Y es esa coordinación la que ayuda a limitar la mortalidad en procesos tan graves".

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