Bajo la sombra serena del histórico Patio de las Escuelas Menores de Salamanca, el almuerzo de clausura de la I Cumbre Internacional de Gastronomía fue mucho más que una comida: fue un acto de alta cocina colectiva, una sinfonía de talento y sabor donde cada estrella Michelin participante dejó su huella con luz propia.

Cada plato fue una declaración de amor al producto, al territorio y a la técnica. De la sutileza vegetal de Miguel Ángel de la Cruz (La Botica de Matapozuelos) al juego sápido y preciso de Cristóbal Muñoz (Ambivium), pasando por las notas profundas y elegantes de Óscar García (Baluarte) o la cocina con alma de Rocío Parra (En la Parra), el menú fue un viaje a través de las emociones y la excelencia.

Sabores que reinterpretaron recetas icónicas de los chefs participantes en la cumbre, en un diálogo entre tradición y vanguardia, entre lo que fuimos y lo que soñamos ser. Cada creación fue armonizada con vinos seleccionados por las Rutas del Vino de Castilla y León, elevando aún más una experiencia ya inolvidable.

Entre cucharas, pinceladas de emulsiones y aromas que evocaban campos, fogones y memoria, la alta cocina se volvió cercana, viva y compartida. La Cumbre no pudo tener mejor broche final: una celebración de lo que somos a través de lo que comemos, firmada por los grandes nombres de la cocina.