Un país aún mejor
La opinión de Diego Jalón como cada viernes en TRIBUNA
En el debate de su investidura, hace apenas seis meses, decía Pedro Sánchez que "nuestro país, España, es un país for-mi-da-ble", así, acentuando cada sílaba como un maño pronunciando Zaragoza. Y aseguraba estar convencido de que "puede ser aún mejor. Va a ser aún mejor. Será mejor si procuramos una vida mejor para todos y para todas, si nos sentimos ligados los unos a la suerte de los otros". Y nos anunciaba que "a ese propósito quiero consagrarme en cuerpo y alma los próximos cuatro años. Y por eso les pido que con su voto me otorguen su confianza".
Pues todo parece indicar que sus esfuerzos y desvelos han sido en vano. De un país formidable, en medio año hemos pasado a vivir en una ciénaga en la que todo es fango, ultraderecha, jueces prevaricadores y pseudo medios que sólo propagan bulos. Un país inhabitable que vota este domingo y en el que el máximo responsable y puto amo ha pasado de pedir nuestra confianza para procurarnos una vida mejor a pedírnosla porque han imputado a su señora.
Tras la decisión de un juez, que consiste simplemente en fijar fecha para la declaración de una persona que ya estaba imputada, como todos sabíamos, incluso como ya sabían la imputada y su señoro mucho antes que los demás, el presidente se vuelve a poner a jugar a las cartas. Y luego agarra a su empoderada esposa, a la que él nunca pediría que renuncie a su trabajo ni a su carrera, y se la lleva a un mitin en Benalmádena para que le escuche y le aplauda sin decir ni una palabra.
Una actividad además de mucho riesgo, porque en Andalucía gobierna la derecha y eso es un poco como irse a hacer turismo por Yemen, que por ser mujer lo mismo te lapidan que te cuelgan por los pies, y más si eres rubia, europea y progresista. Los castellanos y leoneses, que también padecen un gobierno así, valorarán sin duda el gran arrojo de la mujer del presidente al acompañar a su marido.
Al mitin de Benalmádena, con Espadas de telonero, "¡Gracias Begoña!" por aparecerte entre los mortales, acudió la pareja para demostrarnos que son más bien ellos, o él, y no el juez, quienes han decidido darle un uso electoral a la imputación. Han imputado a la esposa del amo, pues vota PSOE y demostremos a los jueces quién manda aquí. Esos son los principios democráticos que Sánchez defiende frente a la ultraderecha. Y todo en un momento preelectoral en el que el resto de los líderes europeos se desgañitan alertando frente al riesgo para la Unión Europea de los partidos ultras que atacan a la independencia judicial.
En España tenemos buenas defensas contra ese riesgo. Sin ir más lejos la candidata socialista y vicepresidenta Teresa, reincidente y pionera en acusar a un juez de sabotear y torpedear a su Gobierno. Primero a García Castellón por imputar a Puigdemont y ahora a Peinado por llamar a declarar a Begoña. Y una vez puesto en marcha el coro ministerial que denuncia la actuación "burda" y ¿a la vez? "extraña" del juez, puso a los asistentes al mitin a corear "no pasarán". Todo muy en plan concordia y reconciliación, en este país que, como decía su jefe en noviembre, será aún mejor si nos sentimos los unos unidos a los otros.
Sánchez disfruta con este juego que tanto fomenta la convivencia, pero sobre todo con el juego de las cartas, que le permite entregarse al plagio, otra de sus pasiones. Lo de que "no hay nada detrás de esta acusación, solo un zafio montaje", lo de "usar todos los medios para quebrarme", lo de que su tarea al frente del Gobierno "es más necesaria que nunca", o lo de los "medios nacidos para propagar bulos", son palabras de Sánchez, pero antes también, casi textuales, de su archienemigo Trump.
Las cartas de Sánchez, espero con verdadera impaciencia futuras entregas, son sin duda los primeros hitos en el nacimiento de una estrella literaria. Ni su tesis doctoral, ni sus libros escritos arrancándole horas al sueño y a sus tareas presidenciales: estas epístolas son las primeras obras de su puño y letra. El estilo colegial, sus arremetidas contra la sintaxis como si fuera un invento de la ultraderecha, sus patadas a las reglas sí escritas de la gramática, despejan cualquier duda sobre su verdadera autoría.
Pero su especialidad innata sigue siendo el plagio, que ha convertido en todo un arte al que ha sido capaz, en esta segunda misiva, de dar un giro genial. En vez de atribuirse a sí mismo lo que otros han dicho, ahora atribuye a otros lo que él ha hecho. Como eso de "tratar de forzar mi salida de la Presidencia del Gobierno con una moción de censura mediante una alianza contra natura. Todo les vale". O advertirnos de que "en los próximos días, usted será testigo de una cuidada coreografía diseñada por la coalición ultraderechista para intentar condicionar las elecciones". O atribuirle, en fin, a Feijóo, su propio leitmotiv: cuando el fin es el poder, cualquier medio es válido.
Como ya ocurrió con El Padrino, esta segunda parte es mejor que la primera. Quizá escarmentado por la crítica, que le achacaba un abuso del recurso al melodrama, ahora ya no busca provocar las lágrimas de Almodóvar, sino que los manchegos le voten, aunque sea por correo. Pero responde a la misma estructura que la primera, escrita cuando se abrieron diligencias, y esta tras la citación. Sánchez no reacciona a las informaciones que se publican, sino a las acciones del juez, tal vez no tanto para defenderse como para intimidarle.
Y le acusa de vulnerar una "regla no escrita". Volvemos aquí a su genial invento del plagio al revés. Sánchez afirma que hay reglas que, pese a no estar escritas, todos en democracia deberían cumplir. Se me ocurren unas cuantas. Como no nombrar fiscal general o jueces del Constitucional a exministros, no negociar investiduras con delincuentes a cambio de amnistías, no eliminar delitos por exigencia de los condenados, no basar la política internacional de España en decisiones personales y electorales sin consenso ni debate parlamentario... O no dedicarse a captar subvenciones públicas para empresas cuando tu marido preside el Gobierno que las concede. Si todos las cumpliesen, tendríamos un país aún mejor.








