La exposición que puede visitarse en La Salina reúne treinta obras que transitan del paisaje sereno de Siberia a la densidad emocional de Algia
'Soledades', un diálogo entre etapas vitales de la bejarana Purificación del Bosque
La exposición que puede visitarse en La Salina reúne treinta obras que transitan del paisaje sereno de Siberia a la densidad emocional de Algia
'Soledades' es la nueva exposición de la bejarana Purificación del Bosque que se puede visitar en La Salina y que reúne treinta obras, diecisiete pinturas y trece dibujos, que se despliegan sobre telas, papeles y maderas talladas en una sucesión de capas que evocan naturaleza, memoria y emoción. Son piezas que buscan al espectador con una mezcla de cercanía y reserva, relata Ical.
La artista, que se licenció en Bellas Artes por la Universidad de Salamanca y completó su formación con cursos de grabado en Madrid, reconoce que volver a exponer en Salamanca tiene un sentido más profundo que el simple acto de regresar. "Es como cerrar un círculo", explica a Ical. Mientras habla, se percibe en su tono la mezcla entre la emoción del retorno y la serenidad de quien ha aprendido a convivir con los ritmos lentos de la creación.
La Sala de La Salina, con sus muros de piedra y su ambiente recogido, encaja con lo que Del Bosque define como su propio espacio interior. "La sala es acogedora", afirma. "Me siento a gusto ahí, y la obra también se ve bien. Es algo que he anhelado con tiempo y está conseguido".
Ese deseo cumplido se materializa ahora en un recorrido dividido en dos series principales: Siberia, concluidas en 2023, y Algia, producidas entre 2023 y 2025. Dos etapas distintas, dos momentos vitales, dos mapas sentimentales que no se entienden el uno sin el otro.
La Siberia
La primera serie, Siberia, nació de una experiencia geográfica y humana: los cinco años en los que la artista vivió y trabajó en Herrera del Duque, en plena comarca extremeña de La Siberia. Un territorio que muchos desconocen, casi escondido entre embalses, dehesas y distancias largas; un lugar que se respira despacio y que obliga a mirar de otra manera.
"Fue un descubrimiento", relata a Ical. "Es una tierra alejada de todo y de todos. No habría llegado allí de otra forma". De esa vivencia surgieron las obras de la serie, catorce pinturas que destilan calma y un tipo de luz que roza lo meditativo. Son piezas más "amables", como ella misma las define, donde la naturaleza aparece representada con armonía, aunque siempre a medio camino entre la figuración y la abstracción.
Del Bosque trabaja con telas, papeles y sobre todo con madera tallada, buscando en la superficie los matices que solo la materia puede ofrecer. El color es armónico, sutil, como si cada obra necesitara primero respirar antes de decidir qué mostrar.
Los dibujos que acompañan esta serie realizados en lápiz y tinta, sobre papeles de distintas texturas son más contenidos, más íntimos. Funcionan como apuntes del gesto, notas al margen del paisaje emocional que recorre la artista. "El dibujo es el cimiento sobre el que se levanta la pintura. Para mí, y para casi todo el que pinta".
Algia
Si Siberia es paisaje externo, Algia es paisaje interior. La segunda serie, compuesta por diez pinturas y seis dibujos, nace de vivencias personales que Del Bosque no oculta, aunque tampoco explicita del todo. Lo hace con un pudor sincero, como quien entiende que hay experiencias que deben compartirse, pero no descifrarse por completo.
"Es una serie que recoge ciertos acontecimientos tristes de mi vida", reconoce. "Son cosas que uno va viviendo, que se quedan dentro, y que salen cuando tienen que salir". Ese proceso aparece filtrado a través de la presencia del entorno de Castañar de Ibor, un espacio que la artista visitó y que, según cuenta, dejó una impresión duradera. Los castaños, su densidad, la forma en que la luz se cuela entre las ramas, se convierten aquí en símbolos y presencias.
En Algia, la materia se vuelve más intensa. El color se oscurece. Aparecen materiales reciclados que aportan nuevas texturas, nuevas lecturas. Es una serie menos amable, más inseparablemente emocional. Del Bosque lo sabe. Y no busca disfrazarlo. "Sé que Algia puede cortar más, puede resultar más dura. Pero no busco que guste o no guste: busco que no deje indiferente", explica a Ical.
La indiferencia, para la artista, es la única reacción verdaderamente dolorosa. "Prefiero incluso una reacción negativa antes que alguien pase por delante y no se detenga ni un segundo. Eso es lo peor que puede ocurrirle a una obra".
La luz como superficie de la memoria
Quien recorra Soledades encontrará el uso de la luz como un hilo conductor. A veces suave, a veces esquiva, a veces casi un latido. La artista no trabaja la luz como un recurso técnico, sino como una forma de verdad, un modo de situar la emoción dentro de la composición. "El tratamiento de la luz es distinto en cada serie", explica. "En Siberia es más tranquila, más abierta; en Algia es más oscura".
Ese contraste, lejos de ser una ruptura, genera un movimiento interno que acompaña al visitante a lo largo del recorrido. Es como si cada obra fuese un capítulo de un diario íntimo donde el paisaje funciona como metáfora, pero también como refugio.
En la biografía de Purificación del Bosque hay un continuo retorno a la naturaleza. Desde sus primeras exposiciones que comenzaron en 1997 en Béjar y Madrid hasta sus trabajos más recientes, la artista construye un universo donde lo orgánico, lo telúrico y lo lumínico se entrelazan. La naturaleza aparece representada unas veces de forma reconocible, y otras solo sugerida, convertida en estructura abstracta. Pero siempre presente.
El dibujo como raíz y el tiempo como método
Uno de los aspectos que más destacan en la evolución de Del Bosque es la importancia del dibujo como base de toda su producción. Dibuja para pensar, para recordar, para asentar sensaciones que más tarde se transforman en pinturas o en tallas. "Para mí el dibujo es la base de todo lo que hago", afirma sin dudas. Y es probable que en esa afirmación esté el origen de la coherencia que atraviesa su obra, pese a los cambios de estilo, de técnica o de etapa vital.
La artista reconoce también que los cambios en su pintura son lentos, casi imperceptibles a veces. "Evoluciono, claro, pero tan despacio que a veces yo misma no lo noto", confiesa.
En Soledades se aprecia esa polaridad entre continuidad y transformación. Siberia y Algia no son series antagónicas; son estaciones de un mismo viaje. Un viaje donde la materia papel, madera, tela tiene tanto peso como el concepto.
Docencia y creación: dos lenguajes que no se tocan
Del Bosque compagina la creación artística con la docencia en un instituto de Secundaria en Extremadura, actualmente en Zarza de Granadilla, a pocos kilómetros de Béjar. Pero insiste en que ambos mundos no se mezclan. "Son totalmente opuestos", reconoce. "Mi obra es mi yo más personal; mi trabajo con los alumnos es otra cosa". No lo vive como una contradicción, sino como una coexistencia natural, dos planos que se acompañan sin interferir.
Sus alumnos, especialmente los mayores, se sorprenden cuando ven su obra. "No les pega", dice sonriendo. No esperan de alguien con su carácter cotidiano una obra cargada de densidad, de introspección, de silencio. Pero para Del Bosque esa disociación es sana, necesaria. "Son dos mundos paralelos que no llegan a juntarse".
La sala, el viaje y el retorno
El Palacio de La Salina no es un simple espacio expositivo para la artista. Tiene un simbolismo emocional que se percibe en sus palabras. "Es volver a Salamanca", insiste. Y es también un gesto de reconciliación con el propio camino recorrido: desde sus primeras exposiciones en Béjar o Madrid en los años 90 hasta las más recientes en Mérida, en Madrid o en espacios culturales de distintas ciudades.
La muestra, que puede visitarse hasta el 8 de febrero de 2026, se presenta acompañada por un catálogo disponible por 10 euros, en el que aparece incluso un poema escrito por la propia artista, una vertiente creativa que desea explorar a partir de ahora. "La poesía es una asignatura pendiente", confiesa. "Quiero experimentar por ahí. En el catálogo aparece un poema relacionado con Siberia", cuenta a Ical.
El futuro: proyectos almacenados, palabras por escribir
Aunque Soledades actúa como un cierre de etapa, Del Bosque no lo vive como un final, sino como una pausa antes de abrir nuevas puertas. Tiene "muchas cosas pendientes", materiales y vivencias acumuladas que aún esperan su momento para convertirse en obra. "Todo lo que vivo lo registro de alguna manera; lo archivo. Y cuando llega su hora, sale".
Algunas ideas llevan años esperando ese turno. Otras han llegado recientemente. La artista no se impone plazos; respeta los tiempos internos de cada proceso. En Siberia, por ejemplo, supo que debía pintar aquello mientras aún vivía allí. En Algia, en cambio, el proceso fue más lento, más orgánico. Y en el horizonte aparece la poesía como un espacio de búsqueda. Un lugar donde palabra e imagen quizás encuentren un puente.
La artista no pide mucho al visitante. No exige interpretaciones, no reclama lecturas complejas. Solo pide algo esencial: que quien entre en la sala se detenga. Que no pase de largo. Que encuentre en la obra aunque sea por un instante un eco, una vibración, una emoción parecida o completamente distinta a la suya.
"Me encantaría que sintieran algo de lo que yo he sentido al pintarlo", admite. "Pero con que no deje indiferente, me conformo". Purificación del Bosque lo resume con claridad cuando se refiere a la experiencia presencial. Las fotos no bastan. "Mi obra tiene mucha materia".
La muestra estará abierta durante toda la campaña navideña y las primeras semanas del año. Los festivos solo abre por la mañana, un detalle que ella misma se encargó de recordar para quienes pasan a fotografiar y difundir la exposición.
Soledades no es un recorrido lineal, sino un diálogo entre etapas vitales. Entre un paisaje que enseñó el silencio y otro que obligó a mirar hacia dentro. Entre la calma de un territorio desconocido y la áspera dulzura de los recuerdos que duelen, pero transforman. Purificación del Bosque lo cuenta con naturalidad, sin solemnidad, se compone de momentos que se graban sin querer. Y que el arte, a veces, no es más que ese intento persistente de ponerles forma.
Con esta exposición, la artista vuelve al lugar donde comenzó todo. Y desde ahí mira adelante, hacia nuevas obras, nuevos proyectos, nuevas palabras. Quizás hacia nuevas soledades que, como las de ahora, piden ser compartidas, relata Ical.
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