Han pasado más de 50 años, pero, por fin, la iglesia de San Miguel de Peñaranda de Bracamonte vuelve a tener retablo. Y es que, tras estar cerrada al culto durante esta semana, el templo peñarandino ha vuelto a abrir sus puertas en la tarde de este viernes para mostrar a los fieles el nuevo conjunto iconográfico instalado tras el altar mayor.

Se trata de un conjunto de 16 cuadros de gran formato que han sido realizados por el artista peñarandino Alejandro Mesonero y sustituye al antiguo retablo del siglo XVII que quedó completamente destruido tras el incendio que destruyó el templo en la noche del 7 al 8 de junio de 1971. Las pinturas, realizadas en óleo sobre lienzo, representan imágenes "muy figurativas" de un apostolario y cuenta con cuatro escenas más: un Cristo resucitado, un Espíritu Santo, una Epifanía y una Encarnación.

Al acto de inauguración han acudido la alcaldesa de la localidad, Carmen Ávila, miembros de la Corporación municipal, el propio artista y el diputado de Cultura, David Mingo, y el obispo de Salamanca, José Luis Retana.

El proyecto comenzó a prepararse en el año 2015, cuando el artista peñarandino presentó su idea del conjunto iconográfico al Ayuntamiento de la localidad. Tras la llegada a la alcaldía de Ávila de Manueles se comenzaron a estudiar las posibilidades y el Alejandro Mesonero comenzó a pintar los cuadros en 2018. La pintura de las obras ha sido financiada por el Ayuntamiento de Peñaranda y ha supuesto una inversión de 160.000 euros, mientras que la parroquia se ha hecho cargo del coste del montaje de la obra.

Ahora, la obra luce en el altar del templo peñarandino y se ha hecho con un complejo sistema de montaje para que las obras parezca que "estén suspendidas", tal y como ha explicado el propio artista. "Yo no quería que las obras estuvieran pegadas a la pared para evitar posibles problemas de humedades y quería que estuvieran como flotando en el aire y ha sido muy complejo. Cada cuadro lleva unas 80 piezas por detrás pero ninguna se va a ver", ha contado.

Las obras se presentan con un marco de unos tres centímetro de ancho y unos ocho de profundidad. El objetivo del artista era representar "algo que recordara la simbología y la esencia que tenía el antiguo retablo pero con el arte de hoy. Siempre he querido que este retablo no tenga ningún aditamento barroco, porque el barroco es del siglo XVII y estamos en el siglo XXI y el arte ha evolucionado. Toda esa exhuberancia que tenía el barroco es lo que he quitado".