9 de junio de 2017. 14.55 horas. Calor sofocante. Metido en una caja, como en una de las escenas finales de Indiana Jones en busca del arca perdida, el medallón de Franco que había estado durante 80 años en la Plaza Mayor de Salamanca abandona el lugar. El brazo de una grúa deposita en un camión la pieza, extraída durante toda la mañana, operación resultado de un largo pleito judicial que da la razón a los que durante años pidieron en vano al Ayuntamiento de Salamanca que lo retirara. Así fue su salida. Desde entonces, nadie la ha vuelto a ver y cinco años después no está claro qué va a pasar con la pieza y tampoco con el hueco que dejó libre en ese arco concreto.

La eliminación de la efigie fue el resultado de una audaz batalla judicial encabezada, primero con el apoyo de IU y después en solitario, por el mirobrigense Domingo Benito y el abogado Gorka Esparza. A riesgo de su tiempo y patrimonio, ambos libraron un largo pulso para conseguir que se cumpliera la ley de Memoria Histórica y se retiraran los símbolos franquistas repartidos por la ciudad y provincia. Lo lograron y el corolario fue lo ocurrido con el medallón del dictador.

Costó una década en la que dos alcaldes de Salamanca se negaron a retirar la efigie en cumplimiento de la ley. El último en mantener la resistencia fue Alfonso Fernández Mañueco en su etapa de alcalde salmantino, pero fue durante su mandato cuando se produjo el hecho clave: una sentencia que obligó al consistorio a algo que había evitado, someter la decisión a las autoridades de patrimonio.

El consistorio tuvo que llevar al tema a la comisión de patrimonio que dictaminó que el medallón no estaba amparado por la protección genérica de la Plaza Mayor y que, efectivamente, era un símbolo de exaltación del franquismo que debía ser retirado porque carecía de valores artísticos o patrimoniales que hubieran permitido hacer una excepción, que durante años fue el argumento que manejaron los gobiernos municipales del PP. Eso precipitó su retirada, que se produjo durante el 9 de junio de 2017, cuando a las 5 de la madrugada se colocó un andamio y se tapó (aunque no era necesario) para extirpar la pieza de 450 kilos lejos de los objetivos de cámaras de fotos y TV, en una operación presupuestada en 3.500 euros.

La pieza se marchó en el camión camino del almacén del DA2, donde todavía permanece. El museo de arte contemporáneo cuenta con espacio para su almacenaje y no ha trascendido ningún incidente. Sí se espera que, en el futuro, pueda ser trasladado a las dependencias de la tercera sede del Centro de la Memoria, proyectada en Tejares, o a un museo temático de la capital.

Un lugar vacío

Lo que no tiene por ahora es sustituto. Durante años se ha especulado con la identidad de una nueva pieza para el programa iconográfico de la Plaza Mayor que ocupe el lugar que dejó vacío la efigie del dictador. En marzo de 2018 el consistorio comunicó a patrimonio su intención de incluir un medallón dedicado a Alfonso IX en el lugar que quedó vacío. Patrimonio dio el visto bueno: cumplía los requisitos de vinculación con la ciudad, importancia nacional y proyección internacional, en su condición de fundador de la Universidad de Salamanca.

Sin embargo, hoy por hoy el medallón no está listo y poco se sabe sobre el proyecto. Entre medias, el consistorio ha rechazado alguna propuesta para un medallón en femenino, decidado a Lucía de Medrano, propuesta de IU que fue descartada.