Hace unos días, entre aplausos, abrazos y demás parafernalia de estos repetidos actos, recibió una medalla como premio de consolación el depuesto expresidente de la Cámara de Comercio, Benjamín Crespo.

En las intervenciones de quienes asistieron al acto con derecho a discurso se mezclaron las loas al papel desempeñado por el homenajeado con las genéricas alabanzas que contiene todo discurso para consumo propio y dirigido al auditorio de siempre, sea quien sea el destinatario.

El insigne industrial pescadero escuchó arrobado las lisonjas, con gesto de emoción, a la espera de su turno para agradecerlas sin temer -en el exiguo salón de la Cámara donde se celebraba el acto solo acogía a los de siempre-, que algún orador despistado le recordara las verdaderas razones por las que se le imponía una distinción que queda, con esta entrega, definitivamente degradada.

A Benjamín Crespo le conceden la medalla de la Cámara de Comercio por haber servido y representado con denuedo su papel de marioneta de cuatro vivos que han venido utilizando la Cámara para sus intereses más particulares.

Como ya sucedió con otro ilustre personaje de la opereta representada en la Plaza de Sexmeros -aunque esta vez sin violencia-, el egregio empresario ha visto cómo era apartado de la presidencia para dejar paso a quien, desde el primer momento y por su parentesco y relaciones, estaba predestinado a ocuparla. En ambos casos, mediante el sistema expeditivo de la patada en el culo, aunque en este caso con medalla incorporada. En esta partida de ajedrez se sacrifican peones sin miramientos, máxime cuando se acercan elecciones; por las buenas, como es el caso.

Claro que poca capacidad de resistencia podría tener quien, como todo mérito, atesora el haber traicionado a sus compañeros en la auténtica patronal a cambio de no se sabe qué recompensa, dejando un agujero en los comerciantes salmantinos que se certificó en aquel momento en más de 350.000 euros, o el haber tenido en cuestión su empresa tras ser sancionado por la Junta de Castilla y León por saltarse las más elementales normas sanitarias en su actividad de mayorista de pescados, o disfrutar del dudoso honor de haber sido condenado en firme por amenazas a trabajadores, como ya fue publicado por algún medio de comunicación a nivel nacional.

Entre sus logros más evidentes, pero menos reflejados en su acto de apoteosis final, figura la utilización de los fondos de la Cámara para trasladar a los juzgados sus fobias; un mal consejo, dado el resultado del archivo de todas sus demandas presentadas y la asunción, en muchos casos, de las costas. ¡Qué forma de tirar el dinero de los empresarios!

No es baladí la autorización para la utilización de las instalaciones de la Cámara de Comercio por asociaciones okupas o la cesión, por un alquiler irrisorio, de instalaciones del Centro de Innovación Gastronómica que fue un buen legado de las corporaciones anteriores y un referente para la hostelería y hoy tristemente en desuso. Eso al igual que el desmantelamiento o la dilapidación de todo el patrimonio que los empresarios y las corporaciones anteriores habían conseguido con mucho esfuerzo.

Tampoco se puede olvidar que durante su mandato se ha permitido el funcionamiento de la Cámara como agencia de colocación de amigos, familiares y recomendados, sin publicidad ni acreditación fehaciente de capacidad, cercanos a un secretario general denunciado con nombres y apellidos por el antiguo tesorero de la institución, desalojado también por denunciar este y otros graves comportamientos.

Un 'buen' bagaje para que una persona, a la que quienes le conocen otorgan poca capacidad, reciba una medalla por presidir una institución tras unas elecciones a las que la legítima patronal renunció por considerar que estaban dopadas, como cuando en el fútbol un equipo recibe los puntos por incomparecencia del contrario.

Y, por supuesto, reconocible es por la nula representación empresarial en defensa de los pequeños empresarios, según la opinión de muchos de ellos, que son a quienes tenía que haber representado y no a otros. Pero hay más; ya habrá tiempo de explicarlo.

De momento, dos asertos de los que es tan rico el castellano: 'Ni Benjamín Crespo, juzgado y sentenciado, con sus limitaciones, pudo soñar nunca con llegar tan alto, ni la Cámara de Comercio tan bajo', y el manido: 'Que Dios le dé tanta salud como descanso deja'.

Veremos.