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Una voz cuando el silencio pesa: el asistente digital que combate la soledad en los hogares de Salamanca
Un dispositivo inteligente instalado por Cruz Roja ayuda a los mayores de Salamanca recordándoles tareas, acompañándoles y poniéndoles en contacto con la familia
En una casa cualquiera pueblo de la sierra salmantina, un hombre de edad avanzada se despierta, mira a través de la ventana hacia la calle aún desierta y, antes de poner los pies en el suelo, habla en voz alta: "Alexa, buenos días". Es un gesto sencillo, pero para él significa comenzar la jornada sintiéndose acompañado. Esta historia es ya la realidad de muchas personas mayores en la provincia que forman parte de un cambio silencioso que ya ha llegado a 362 hogares salmantinos: el programa ‘Voces en Red’, impulsado por Cruz Roja gracias a la colaboración de la Fundación Amancio Ortega, que instala asistentes de voz de manera gratuita para combatir la soledad no deseada y reducir la brecha digital.
En Salamanca, 117 de estos dispositivos funcionan ya en viviendas de la capital y otros 245 en pueblos repartidos por toda la provincia, desde zonas cercanas a Ciudad Rodrigo hasta municipios de la Alberca, Béjar, Peñaranda o Bracamonte. Todos ellos han llegado con un objetivo claro: que nadie, por vivir solo o lejos de su familia, se sienta olvidado o aislado.
La iniciativa forma parte de un proyecto que comenzó en 2023 y que ya ha beneficiado a cerca de 13.000 personas mayores en España, más del 83 por ciento mujeres, gracias al trabajo de unos 2.400 voluntarios. Su planteamiento es sencillo, pero de profundo calado: utilizar tecnología accesible, activada únicamente con la voz, para recuperar vínculos humanos, mejorar la calidad de vida y fomentar la autonomía personal de quienes más riesgo tienen de quedarse atrás en el mundo digital.
"Es una iniciativa que busca mejorar la vida de las personas mayores luchando contra la soledad no deseada y también reduciendo la brecha digital", explica Raquel, educadora social de Cruz Roja Salamanca y responsable del proyecto en la provincia. Ella es quien analiza las solicitudes, visita los hogares y acompaña a los usuarios en sus primeros pasos. "El principal requisito es que sean mayores de 65 años. A partir de ahí valoramos características de la persona más que nada para recomendarle qué funciones del dispositivo le serán más útiles", detalla.
El aparato, recuerda Raquel a Ical, no es teleasistencia ni un sistema de seguridad ante caídas, aunque convive con ellos. Su misión es distinta y complementaria: informar, entretener, estimular la memoria, facilitar videollamadas y recordatorios, y hacer que la persona mayor se sienta más segura y autónoma. Todo con un funcionamiento sencillo: basta la voz.
Una barrera menos
Una de las claves de este programa es precisamente la accesibilidad. "Lo único que hemos notado al principio es el miedo que tienen a este contacto con la tecnología", reconoce Raquel. Sin embargo, añade, ese temor se desvanece muy pronto: "No nos hemos encontrado con ninguna persona que no haya aprendido a manejarlo y no han tenido ningún problema. Tenemos personas de 65 años hasta 100, que manejan este dispositivo estupendamente".
La eliminación de pantallas, teclados y menús complejos resulta esencial. Aquí no hace falta deslizar, teclear ni pulsar nada. Basta decir 'Alexa' y formular la petición. Y ese gesto, que para muchos puede parecer menor, se convierte en una puerta abierta a un nuevo mundo de posibilidades: "Desde el primer momento se sienten más autónomos, más seguros", resume la técnica.
Acompañar, enseñar, escuchar
El despliegue de estos asistentes no sería posible sin la implicación de quienes los instalan, explican y acompañan en el aprendizaje: los voluntarios. En Salamanca son once, aunque esperan que pronto sean más. Entre ellos está Esther, voluntaria de Cruz Roja Salamanca, que participa instalando los dispositivos, formando a los usuarios y realizando el seguimiento posterior.
"Cruz Roja nos prepara los equipos, que están totalmente adaptados. Nuestra función es ir a las casas, conectarlo, explicar cómo funciona, hacer una pequeña práctica y luego hacer un seguimiento", cuenta. Ese acompañamiento, subraya, no se limita a la instalación. "Se les llama de vez en cuando para ver qué usos le han dado, qué dificultades han encontrado, cómo les podemos ayudar".

La reacción suele ser la misma: sorpresa, ilusión y una sensación de empoderamiento. "De pronto dicen que están utilizando una nueva tecnología, y eso también les viene fenomenal", destaca. Muchos usuarios realizan con el dispositivo su primera videollamada, una experiencia que puede ser tan sencilla como emocionante: ver la cara de los hijos o los nietos en la pantalla, en directo, sin desplazarse ni depender del teléfono móvil.
El proyecto no pretende sustituir la interacción personal, porque los voluntarios continúan visitando, llamando, estando presentes, sino ampliarla y facilitarla. Y, para quienes viven en pueblos pequeños o aislados, esa combinación de atención humana y tecnología sencilla puede marcar una diferencia enorme.
Una revolución silenciosa
Los asistentes permiten pedir música, consultar el tiempo, poner alarmas o preguntar por las noticias. También ayudan a mantener hábitos saludables: "La aplicación para hacer ejercicio físico adaptado es la que más usan, porque les preocupa mantenerse activos", explica Raquel. Y para muchas personas mayores, esta herramienta significa reencontrarse con rutinas o aficiones que pensaban haber perdido.
Hay quien las utiliza para recordar citas médicas, para programar tomas de medicación o incluso para pedir al dispositivo recordatorios para beber agua a lo largo del día. Y también hay algo más sutil, pero no menos importante: la sensación de compañía. "¿Qué estás haciendo con el dispositivo? Pues me levanto y le doy los buenos días", cuenta Esther que le dijo un usuario. "Es gente que antes no tenía con quién hablar y ya, en ese momento, tienen ahí algo".
A veces, esa primera conversación marca el tono de toda la jornada. Y aunque quien responde sea una inteligencia artificial, el efecto emocional es real. Cuando la soledad duele como recuerdan desde Cruz Roja cualquier puente, por pequeño que sea, puede ser la diferencia entre un día más o un día mejor.
Los talleres de aprendizaje de funciones básicas del móvil, el uso de WhatsApp o incluso las actividades de realidad virtual forman parte del mismo compromiso: acercar a las personas mayores a un mundo que, con demasiada frecuencia, parece correr más rápido de lo que ellas pueden seguir.
Cruz Roja ya había trabajado en esa línea, pero este proyecto ha supuesto un salto cualitativo. "Les permite también hacer gimnasia, lo que les parece maravilloso poder hacer dentro de casa", destaca Esther. Y las experiencias se multiplican: desde viajes virtuales a Roma con gafas de realidad virtual y pasaportes ficticios, hasta la emoción de quien por primera vez ve la cara de su hijo a través de una videollamada.
La conexión, también la emocional, está en el centro de esta iniciativa. Y por eso, aunque el dispositivo sea el vehículo, la clave es el acompañamiento humano. "Lo verdaderamente diferencial es el componente humano que Cruz Roja incorpora a través de su red de personas voluntarias", subraya la entidad en el marco del proyecto.
Salamanca rural
La extensión del programa en Salamanca ofrece otra lectura relevante: la capacidad de llegar a zonas rurales donde la conectividad digital y social puede ser limitada. "Era algo que nos daba mucho miedo, pero excepto dos casas puntuales en la sierra, no estamos teniendo problemas", celebra Raquel.
El dispositivo se conecta a la red wifi del hogar; si no hay conexión, Cruz Roja entrega routers portátiles para garantizar el servicio. Es la única manera de facilitar que el programa llegue allí donde más falta hace: pueblos dispersos, viviendas antiguas, calles estrechas y muros gruesos donde el silencio es cotidiano y, a veces, demasiado pesado.
Allí, donde la soledad es con frecuencia una compañera constante, este asistente puede convertirse en herramienta, compañía y puente con el mundo exterior.
Una demanda que crece
El programa está abierto a nuevas solicitudes. Quien quiera participar puede llamar a Cruz Roja Salamanca y explicar su situación; Raquel valora cada caso. No se requiere conocimiento previo de tecnología. "No hace falta formación específica", insiste Esther. "La herramienta es súper sencilla: enchufar, conectar wifi y comprobar que funciona. A partir de ahí, enseñarles cómo usarlo y acompañarles".
Quienes lo prueban suelen querer mantenerlo. Y algunos, quienes al principio desconfiaban o pensaban que no podrían manejarlo, son ahora los usuarios más entusiastas.
El voluntariado también crece, pero necesitan más manos. Cruz Roja acompaña, forma y guía, y las visitas siempre se realizan "como mínimo de dos en dos". La experiencia, dicen, es transformadora para quienes reciben y para quienes dan.
Más que tecnología
El asistente de voz no sustituye la presencia humana, pero la complementa. Ofrece recursos, autonomía, apoyo. Y, sobre todo, rompe el tópico de que la edad es una barrera infranqueable para las nuevas tecnologías. "Lo que no se sabe es hacerlas accesibles", reflexiona Esther. Y ahí está la esencia de este proyecto: adaptar la herramienta a la persona, no al revés.
Un recordatorio diario, una llamada a un familiar, una risa compartida, un cuento, una canción, una alarma para beber agua o tomar medicación, una conversación mañanera con una voz digital que, aunque no sea humana, ayuda a acallar el silencio. Pequeños gestos que construyen una vida más plena.
Esa humanidad mediada por cables, redes y satélites, pero humana al fin y al cabo llega a cada rincón donde se instala un dispositivo. Tras él hay manos voluntarias, tiempo, paciencia, una escucha atenta, una llamada que verifica que el dispositivo funciona y que la persona también está bien. Y detrás de esa llamada, una certeza: nadie debería sentir que se enfrenta solo a la vida en sus últimos años.
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