El accidente se produjo a primera hora de la mañana en la calle Filiberto Villalobos
En imágenes: Lo que queda después del fuego, un paisaje suspendido entre la destrucción y el silencio
Entre las cenizas que dejó el incendio en El Gróo, y que son idénticas las que cubren la comarca tras el fuego forestal de Cipérez
Las piedras ennegrecidas guardan el calor reciente como si aún respiraran brasas. Las alpacas de paja, convertidas en figuras inmóviles y carbonizadas, parecen testigos mudos de la furia.
El suelo, cubierto de ceniza, cruje bajo los pasos y tiñe de gris la memoria.
Entre la devastación, todavía se levanta un hilo de humo, un foco pequeño que recuerda que el fuego no se apaga de golpe: se resiste, como una cicatriz ardiente en la piel de la tierra.
Este escenario que encontramos al paso por El Gróo, un paraje de Villar de Peralonso, por el que pasó el fuego que tuvo su origen a Cipérez rumbo al embalse de La Almendra, habla de fragilidad, pero también de resistencia.

Bomberos de Lumbrales por la zona
Llama la atención el silencio aunque incluso en medio del gris, la vida va volviendo a alguno de los parajes por los que han pasado las llamas.
Vecinos que vuelve o recorren sus fincas con los ojos tristes pero los pies firmes pisando con fuerza allí por donde creen que algo se puede reavivar como sucede en la carretera entre El Villar y Vitigudino donde se observan aun llamas que son sofocadas por los servicios de extinción en colaboración con los vecinos. Tampoco sorprende encontrar algún camión de bomberos que aún patrulla los parajes o recarga agua, atentos, revisando cada rincón donde todavía pueda ser necesaria su agua.
Salimos de El Gróo con la sensación de que el fuego no solo consume la tierra, también deja un vacío que pesa en cada piedra, cada ceniza y cada recuerdo.
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