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Una segunda vida lejos de las drogas: "Lo más importante es la honestidad"
Jaime, Francisco y Auxi son tres salmantinos que han encontrado una nueva oportunidad en Proyecto Hombre
Las adicciones marcan una vida. Unos han perdido parejas, otros trabajos. Algunos se han arruinado, muchos han desquiciado a sus familias. Hay quienes han robado para costearse la adicción y al final han acabado con problemas judiciales. Todo por la droga. Ahora intentan salir adelante con la ayuda de sus familias y de Proyecto Hombre.
Tres salmantinos que están en tratamiento en esta ONG desnudan su intimidad quizás para reforzar su idea de que serán capaces de lograrlo, quizás como advertencia para otros que creen que "controlan".
Esta es la historia de Jaime, Francisco y Auxi. Una vida marcada por las adicciones desde muy jóvenes, un tropiezo constante con malas decisiones, con reveses y vacíos de alguien que sabe que ha manchado parte de su historia. Ahora, con una nueva motivación, puede hacer frente a los problemas que les acechan, pero sin perder la sonrisa.
Tras un año en el programa, han dejado atrás su consumo diario, que les hizo "perderlo todo" y encaran por "metas" su recuperación con el convencimiento de que "no volverán al sitio" en el que han estado, "un túnel sin salida".

Jaime Pérez, 25 años consumiendo cocaína: "Tenía una vida destruida"
Jaime Pérez es de Santa Marta. Con 43 años reconoce que "tenía una vida destruida", según relata, "estaba desestructurado por las adicciones, la cocaína y el alcohol". Casi pierde a su familia y reconoce haberse quedado "sin trabajos por robar a los compañeros para consumir, no tenía constancia", lamenta. Finalmente, y tras un ultimátum de su mujer "tuve que tomar una decisión y fue la de llegar a Proyecto Hombre".
Se emociona al hablar de sus dos niñas, "apenas les hacía caso, por eso necesitaba un cambio para mi vida". Su historia comienza pronto. Empezó a consumir a los 18 años, "en el servicio militar es donde lo probé. Era consumo de fines de semana, lo típico, hasta que llega a ser insoportable, a diario y a todas las horas". No es la primera vez que intenta dejarlo, "hice otro proceso antes, pero no lo conseguí, me perdí otra vez cuando llegó el agobio".
Cuenta que en una ocasión estuvo seis años sin consumir, "dejé la cocaína y el alcohol. Una Nochevieja en casa, me fui a coger algo y ahí ya fue el desastre, empecé todos los días. Tenía dinero ahorrado y lo perdí todo. Mis padres y mi mujer me cerraron las puertas de casa, ahí le 'vi las orejas al lobo', necesitaba un cambio radical".
Para él, dejar de consumir no ha sido difícil, "no tengo mono, sé a lo que vengo y sé lo que quiero. El proceso es duro, hay que reconocerlo, pero le ves el sentido que tiene. Aquí te enseñan a comportarte, algo que antes no hacías, te hacen ver que eres mejor persona y creas valores".
Es algo que le ha ayudado mucho con la familia, "estás cada vez mejor, el cambio te hace enfrentarte a la vida. Antes era una persona aislada, no hablaba con nadie, ahora tengo ganas. Estoy muy orgulloso de estar aquí, ha sido una reeducación".

Francisco Miguel Hernández, adicto a las sustancias desde los 14 años: "Estaba harto de vivir"
Francisco empezó a torcer su rumbo con 14 años: "me inicié con los porros, luego ya me fui metiendo con la cocaína, el alcohol, cannabis, marihuana, speed, pastillas...". Ha probado de todo, "toda una vida". La bofetada de realidad le llegó a los 53 años, "me intento suicidar dos veces, estaba harto de la vivir". Fue en este momento cuando "abrí los ojos, pedí ayuda a uno de mis tíos para entrar en Proyecto Hombre, quería cambiar de vida".
Dejar las adicciones no le ha supuesto demasiado esfuerzo, "aquí estás en una burbuja, no lo ves, no consumes. No te crea ganas". Alaba el trabajo personal que hacen con los usuarios de Proyecto Hombre porque "es increíble, he cambiado mis comportamientos, he detectado mis sentimientos, ahora sé gestionar mis emociones: miedo, euforia, dolor... todo lo que te acaba llevando a la droga".
Reconoce que compartir con los compañeros es de gran ayuda: "sus dificultades son las mías. Aprendes a convivir, en cuanto les ves la cara sabes cómo están, es importante hablarlo, es lo mejor que puede haber. Tanto lo que das como lo que recibes te llena".
Lleva 17 meses en la ONG charra y ahora puede hablar de cómo se siente: "expresar eso para mí era impensable". Cuando lo hace "se desahoga, nunca antes lo había vivido", relata emocionado. Sus relaciones "eran con la droga. En la calle no tengo amigos, estoy solo, tengo que aprender a relacionarme de nuevo".
Ahora tiene todo un camino por delante junto a su familia, "quiero disfrutar de la vida que nunca lo he hecho, es lo que más deseo cuando salga de aquí".
Debe enfrentarse al mundo, "aquí estás en una burbuja, todo el mundo te cobija. Como lo he hecho aquí creo bien que fuera lo voy a hacer mejor todavía". También se lleva un principio, "hay que ser honesto y cuando te pase algo decirlo, es la única manera de que te puedan ayudar. En Proyecto Hombre lo más importante es la honestidad para luego hacer el resto del trabajo, venir aquí ha sido la mejor decisión que he tomado en mi vida".

María Auxiliadora Paniagua y su dura relación con el alcohol: "Estaba cansada de vivir"
Auxi tiene dependencia con el alcohol. "Empecé a tomar en la Facultad, sales con amigos, una caña, una copa... la adicción no se desarrolla de un día para otro y tampoco hay justificación de ninguna clase". Cuando empezó a destaparse "la locura" fue al cumplir 37 años. Tuvo que separarse del padre de sus tres hijos, "un momento muy complicado de mi vida".
Ella era consciente de que tenía una relación muy peligrosa con el alcohol: "me ocupé de acudir a profesionales por mi cuenta. Hasta la fecha no tuve ningún resultado, no lo hice bien, porque si no, no habría terminado aquí con 61 años que tengo".
"Es una suerte poder estar aquí, es la primera vez en la vida que tengo tanto tiempo para mí, para cuidar y ser responsable de mí y de mis hijos, soy responsable de ellos, soy su espejo".
En Proyecto Hombre "estoy aprendiendo a gestionar mis sentimientos, afrontarlos... sobre todo los que me producen dolor y no me gustan. La convivencia es muy buena aquí, se establecen unos vínculos fuertes, no hay nada distinto a lo de fuera, la diferencia es que estamos totalmente protegidos, acompañados... atentos a nuestros comportamientos, principalmente, a lo que sentimos para no hacernos daño, ni a nosotros mismos ni al resto".
Según sus palabras, "está siendo una experiencia personal extraordinaria. Tengo la gran suerte de que en mi casa me apoyan, es un trabajo en equipo. Cuando llegué aquí estaba muy cansada de vivir, me quería morir, había llegado mi hora, tenía pensamientos autolíticos, no era capaz de quitármelo de la cabeza". Tuvo dos ingresos en el Hospital por intento de suicidio, "hay que ser valiente y afrontar el sufrimiento". A sus hijos quiere dejarle una herencia: "Que soy feliz, por eso estoy aquí".

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