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Un obrador artesanal e inclusivo para demostrar de Salamanca al mundo que los sueños no tienen límites

Esta es la historia de la pastelería salmantina en la que tan solo trabajan personas con diferentes grados de discapacidad

Equipo de la pastelería Berretes (Fotos: A. Santana)
Isabel Andrés Rodríguez
Isabel Andrés Rodríguez
Lectura estimada: 5 min.
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Nada más pasar por la puerta uno se da cuenta que Berretes no es un obrador al uso. Un neón de colores te recibe en una puerta acristalada al lado de un gran ventanal desde el que se ve la cocina. Cuatro personas trabajan en la elaboración de masas, tartas y pasteles que salen del horno desde primera hora de la mañana. Quizá nada de esto pueda parecer algo excepcional, pero el corazón de esta pastelería salmantina guarda una historia de inclusión y de superación que hacen de este lugar una pastelería muy especial.

Ubicado en la calle Gómez Ulla, este obrador artesanal e inclusivo arrancó su andadura el pasado mes de febrero y desde entonces se ha convertido en el lugar en el que Mercedes, Maite y Hayat, todas ellas con alguna discapacidad, pueden desarrollarse profesionalmente. Y es que Berretes es el primer obrador considerado centro especial de empleo en el que personas con discapacidad encuentran un entorno seguro y adaptado para trabajar.

Al frente de este equipo se encuentra Blanca Hernández, que junto con su socio Santi, impulsaron una idea con la que ha conseguido hacer de su hobby su profesión. "Yo estudié ingeniería y no tenía pensado dedicarme a esto, pero la ingeniería no me gustaba y mi hobby por las tardes era hacer pasteles y también me gustaba mucho el tema de la discapacidad, pero no me daba de comer porque no tenía formación en ello. Entonces decidí cambiar el rumbo y convertir lo que era mi hobby en mi profesión, hice un curso online de pastelería y unas prácticas en una pastelería de aquí, trabajé en otra y vi que me gustaba mucho. Me di cuenta de que se podía hacer algo bonito con la discapacidad y la pastelería y di el salto para montar esto", cuenta Blanca.

Para ello, el centro cuenta con un convenio con la Fundación Aviva, de tal forma que las personas con discapacidad encuentran en esta pastelería un lugar para formarse y, posteriormente, desarrollar su vida laboral. La inspiración del proyecto tiene nombre y apellidos: "todo viene por mi hermano Aarón, que es la imagen del proyecto, porque yo veía que él no tenía las mismas oportunidades laborales que el resto de personas. Creo que la gente con discapacidad también merece un espacio seguro para trabajar, donde se le respete sus condiciones y él fue el que me inspiró. Él no trabaja aquí porque no le gusta la pastelería, sí comerla pero no hacerla, y nuestra máxima es que la gente que esté aquí disfrute de lo que hace", añade.

Por el momento, el equipo que trabaja a diario en la elaboración de pasteles está formado por la propia Blanca, que enseña sus recetas y forma a las tres personas que trabajan con ella, Mercedes, Maite y Hayat, cada una con un tipo de discapacidad diferente, y Santi, socio del proyecto y que se encarga de la parte económica. "También este verano hemos contado con Alejandro, que está estudiando Pymes en la Universidad de Salamanca y ha hecho prácticas con nosotros para encargarse de temas de facturación, gestión de clientes, página web, etc. Ahora ha tenido que volver a las clases, pero aquí tiene un lugar para trabajar", asegura Blanca, quien añade que "ya estamos pensando en contratar a la siguiente persona".

El día a día en esta cocina es como el de cualquier obrador artesanal, aunque algunos procesos se han adaptado para facilitar el trabajo a cada una de ellas. "Cuando vienen tienen un proceso de formación que dura aproximadamente dos meses en los que las enseñamos y después trabajan de forma autónoma. Cada día les hago una lista con las tareas que tienen que hacer".

Y es que cada detalle, cada proceso, está pensado para que todas ellas puedan desarrollar su labor sin inconvenientes, que la discapacidad no sea un obstáculo para su trabajo. Por ello, la pastelería trabaja bajo un sistema de pedidos online por accesibilidad. "Si nos hacen el pedido a través de la web no nos supone ningún problema y podemos gestionarlo pero si llaman por teléfono, por ejemplo Maite, que tiene sordera, no puede atender ese pedido. Por eso estamos tratando de concienciar a la gente de que todo lo nuestro no es capricho, que todo está pensando para que funcione la máquina", explica.

Otro ejemplo de adaptación es el motivo por el que "huimos de las tartas personalizadas con fondant". "Necesitamos que nuestros productos sean un poco estándar y les podamos enseñar una vez para que después ellas puedan hacerlo. Si cada tarta fuera específica la formación no acaba nunca y ellas no podrían trabajar de forma autónoma".

Maite tiene sordera, por lo que los pedidos no pueden entrar por teléfono y si se entra al obrador con mascarilla es necesario bajársela para poder hablar con ella, ya que necesita leer los labios de su interlocutor. Además, el timbre tiene luz y cuenta con un cronómetro con vibración para sincronizarlo con el horno para que, cuando acabe, en vez de escuchar el pitido sienta la vibración.

Hayat tiene esclerosis múltiple, por lo que no puede cargar peso, mientras que Mercedes tiene discapacidad intelectual, por lo que ha necesitado más tiempo para aprender a hacer las tartas, pero ahora se encarga de hacer los populares 'berretes', una creación patentada por este obrador. "Alejandro necesitaba trabajar sentado, así que aquí tenía su espacio. Son pequeñas adaptaciones que no te cuesta nada hacerlas y con esto se demuestra que cualquier persona puede realizar casi cualquier trabajo. Nosotros solo pedimos que su discapacidad le permita realizar las funciones del puesto, de momento necesitamos pasteleros, y con que puedan realizar ese trabajo es suficiente. Ahora mismo tenemos las tres discapacidades que hay, física, intelectual y sensorial y está visto que no hay limitaciones. Hemos tenido que hacer la selección pensando en el puesto que van a realizar hoy en día, pero nuestro sueño es que en crezcamos mucho y podamos tener puestos de trabajo para todas las discapacidades".

Además, cuentan con el apoyo de sus clientes. "La respuesta de la gente está siendo increíble, se han adaptado muy bien a que sea bajo pedido, a la antelación", eso le ha permitido avanzar y crecer. "Pensaba que el primer año iba a estar yo sola, dominando las máquinas y haciendo clientes, y después ya convertirnos en centro especial de empleo. Sin embargo hicimos la solicitud al mes de abrir porque vimos que la respuesta era muy buena y teníamos claro que solo queríamos contratar a gente con discapacidad y ser centro especial de empleo".

Aunque elaboran diferentes recetas de tartas, algunas novedosas y otras más clásicas como la de zanahoria o la Red Velvet, su producto 'estrella' son los denominados 'berretes', una especie de galletas abizcochadas con un interior fluido y que han patentado. Además, trabajan con algunos restaurantes y en eventos.

Las tres coinciden en señalar su felicidad y alegría de haber tenido esta oportunidad. "Es muy bonito haber tenido la oportunidad de que te enseñen y la felicidad que transmite. Estoy muy contenta, ella sabe la discapacidad que tenemos y nos entiende. Tengo una discapacidad pero puedo hacer de todo y eso es lo que me gusta de Blanca, que nos trata como lo que somos, personas", asegura Hayat.

En este mismo sentido se expresa Maite: "estoy muy contenta, es una experiencia muy buena, no sabía nada de repostería y ahora estoy aprendiendo. Y he tenido la oportunidad de tratar con los clientes, que me tratan muy bien. Todos hemos aprendido a ser más humanos".

Mercedes, que aún se encuentra en fase de formación aunque ya elabora los 'berretes', se muestra igual de contenta y asegura que "espera poder llegar a ser una gran profesional y aprender a hacer buenas tartas".

Toda una experiencia para el paladar pero también para los sentidos. Un ejemplo de inclusión laboral para romper barreras y acabar con los prejuicios.