Perfumerías Avenida no jugaba solo contra Neptunas. Quien desconozca el sistema de competición quizá viera el duelo como un trámite más de EuroCup, un partido de esos que se consumen por inercia en mitad de la fase. Pero en Würzburg Silvia Domínguez, a sabiendas de que la clasificación se mide no solo en victorias sino también en diferencias, el choque se presentaba como un examen: ganar, y hacerlo con la mayor ventaja posible, porque el futuro de la siguiente ronda -y un rival más o menos amenazante- podía depender de ello.

No era una tarde para morderse la lengua ni para especular. Anna Montañana lo sabía y lo dejó claro desde el primer minuto. El triple inicial de Iyana Martín fue un espejismo antes de que Neptunas, atrevido como todo equipo que no teme el papel de invitado, metiera un parcial de siete puntos. Dos minutos de juego y tiempo muerto. No era un día para esperar la inspiración: Avenida necesitaba eficacia, ritmo, contundencia. La entrenadora no estaba dispuesta a dejar que el partido se escapara a la deriva.

La respuesta fue inmediata, casi visceral. Spreafico clavó dos triples -uno con adicional- para girar el marcador como quien enciende una lámpara en una habitación oscura: 10–9 en un suspiro. Como ante Gernika, el conjunto salmantino encontraba oxígeno en el exterior. Vilaró, avisando con puntería quirúrgica, sumaba el cuarto triple en apenas seis minutos. Y con ello, el Würzburg empezó a oler a esos días en los que Avenida no titubea.

El equipo recuperó su identidad: defender fuerte, correr más fuerte. Un quinteto atento a cada línea de pase, agresivo sin balón, veloz a campo abierto. Las recuperaciones se transformaban en puntos y la ventaja crecía hasta acariciar los diez. La estampa perfecta llegó con Soriano, una entrada a aro pasado que elevó a 23–14 el marcador. Y todavía tenía guardado un truco más: última posesión, nueve metros, reloj famélico… lanzó con la defensora encima y amasó tres tiros libres. Convirtió dos, lo justo para cerrar un primer cuarto de autoridad: 27–14.

Montañana rotó el banco como quien enciende motores auxiliares: tres, cuatro jugadoras de golpe para mantener un ritmo alto, casi asfixiante. La idea no era ganar; era desbordar. Pero Neptunas sobrevivía a dentelladas exteriores, resistía en ese rango inquietante que mantiene una amenaza latente. Hasta que Avenida volvió a acelerar. Zellous, ganando línea de fondo, estampó el +17 (39–22) y obligó al banquillo visitante a detener el naufragio.

La consigna era clara: agotar al rival atrás y devorarlo en el rebote. Cada recuperación ofensiva era una puñalada, y el marcador se abría hasta el +20 (44–24). Neptunas se mantenía a base de triples al límite y tiros libres, los únicos restos a los que agarrarse cuando Avenida entró en bonus. Entonces aparecieron de nuevo los nombres de la noche: Spreafico, con su tercer triple; Djaldi-Tabdi, culminando una contra; ‘Lupin’ Soriano, sacando una falta de tiro. El luminoso subía hasta los 50 puntos y el descanso llegó con un rugido de ventaja: 51–26.

Con el partido encarrilado, el reto tras la reanudación no era ya descoser al rival, sino sostener la velocidad de crucero sin perder la tensión competitiva. En ese contexto apareció Cave bajo el aro para devorar los primeros puntos del cuarto, imponiendo su físico ante un Neptunas que intentaba atacar con más verticalidad. Las lituanas parecían haber entendido que la única salida era acelerar, chocando cada vez más fuertey aprovechando cierta permisividad arbitral en los contactos. Fueron minutos espesos, menos brillantes que en la primera mitad, con acciones trabadas y ataques que morían antes de florecer. Pero en partidos así, cuando la renta ya está firmada, el espectáculo deja paso a la gestión.

Montañana movió piezas sin perder la brújula y apostó por juntar a sus dos bases, buscando recuperar el ritmo y el pulso coral. La idea era clara: retomar la circulación y castigar a Neptunas desde la lectura del juego, no desde la precipitación. Hubo tiros sencillos que no encontraron red, pequeños detalles que impidieron llevar el marcador a territorios aún más crudos. Hasta que, casi como un golpe de realidad, Meyers levantó la mano desde fuera y clavó un triple que devolvió las pulsaciones al pabellón. 59–35, un recordatorio de que Avenida seguía mandando con solvencia… aunque el partido hubiese bajado de revoluciones.

Comenzó el último parcial con dos canastas preciosas de Arrojo, una fotocopia una de la otra, asistida por Soriano. Tiempo ya para el disfrute de jugadoras y aficionados que aplaudían con especial ahínco las acciones con acierto de una Erikstrup que, poco a poco, suma minutos y ofrece cosas interesantes pese a su juventud y a que es evidente que el tiempo de adaptación que necesita para el salto al profesionalismo se debe gestionando con calma. Deberes hechos, victoria contundente y que ahora el billete lleva al mejor destino posible.