Si alguien pensaba que el duelo entre Spar Gran Canaria y Perfumerías Avenida iba a ser un simple partido de Liga, se equivocaba. Lo de este sábado fue una auténtica gincana: calentar sin correr, esperar al trío arbitral, no saber qué hacer cuando el reloj marcó la hora exacta del salto inicial y acabar mudándose al Gran Canaria Arena para que la humedad no se llevara por delante más que el balón. El partido comenzó dos horas tarde, pero a Avenida le sobraba hambre acumulada.

Y se notó desde el primer segundo. El equipo salmantino salió como si quisiera recuperar todo el tiempo perdido en un solo cuarto. Soriano marcaba el compás, conectando con Cave con una precisión casi musical. Un triplazo de la base abría brecha y el dominio del rebote daba ritmo a un ataque que no encontraba oposición. Con 4-13 en el marcador, las locales necesitaban parar el reloj: tiempo muerto de urgencia.

Avenida llegó a ponerse once arriba, pero el mecanismo perfecto empezó a desajustarse. Las rotaciones enfriaron el tempo azulón y las ayudas sobre Cave surtieron efecto. Gran Canaria empezó a correr, a rebotear y a castigar cada pérdida. El reloj, que antes parecía aliado, comenzó a pesar. Un parcial de 9-0 devolvía la igualdad y obligaba a Montañana a pedir pausa.

El equipo salmantino se recompuso con los puntos de Stoupalová y un robo seguido de canasta de Daldji-Tabdi, aunque también dejó escapar canastas fáciles bajo el aro. En ese vaivén de aciertos y errores, Avenida cerró el primer cuarto seis arriba (17-23), pero sin la misma cadencia. El ritmo, su gran arma, empezaba a desafinar.

El segundo cuarto arrancó con la misma melodía irregular. Gran Canaria aprovechó las dudas y se puso por delante (26-25), aunque un 2+1 de Cave devolvía el mando. Aun así, el pulso del partido ya era otro: más lento, más incómodo. Jugadoras como Iyana Martín no terminaban de encontrar su tempo, y cada pérdida se convertía en una oportunidad de las amarillas para castigar en transición. El 30-30 a falta de cuatro minutos y medio para el descanso resumía la sensación general: Avenida jugaba a contrarreloj, sin poder imponer su ritmo.

Un triple de Paula Estebas dio aire a las locales y, en plena alarma, apareció Belén Arrojo desde el 6,75 para responder. Pero la sensación seguía siendo la misma: Avenida no sufría por anotar, sino porque Gran Canaria encontraba demasiados tiros cómodos, demasiado tiempo para pensar. Montañana buscó soluciones desde el banquillo, pero el reloj siguió girando en contra. Al descanso, Avenida se marchó seis abajo (42-36), con la certeza de que el siguiente reto no era solo remontar… sino volver a recuperar el ritmo perdido.

Tras el receso, la maquinaria azulona pareció reajustarse. Avenida volvió a la pista con la precisión que había perdido en el segundo cuarto. Sin alardes, sin florituras: mover el balón, buscar el pase extra y encontrar el tiro liberado. La receta funcionó. Spreafico y Zellous afinaron la puntería desde el perímetro y, con dos triples consecutivos, equilibraron el marcador. 

El tiempo muerto local trató de cortar la corriente, pero Avenida había recuperado la melodía. Otro triple de Zellous volteaba el marcador y el intercambio de golpes se instaló en el juego, ahora marcado por un desfile constante hacia la línea de personal. Cada ataque encontraba una falta, cada posesión se detenía con el silbato. Como si el partido, que ya había empezado con retraso, se negara a avanzar. Faltaba fluidez, sobraban interrupciones.

El ritmo del partido se convirtió en una especie de metrónomo descompasado: acelerones, pausas, tiros libres… y de nuevo pausa. No habían terminado aún los tres primeros cuartos y el duelo sumaba ya hora y media desde el salto inicial.

Con diez minutos por disputarse, todo volvía al punto de partida: empate a 61. El tiempo seguía corriendo, pero el partido -caprichoso, imprevisible-, parecía decidido a jugar también su propia prórroga.

El último cuarto empezó con el pulso acelerado y el reloj pesando en las piernas. Avenida, por momentos denso, parecía atrapado entre la necesidad de apretar atrás y el miedo a sumar más faltas. Esa inseguridad en defensa dio aire a un Gran Canaria que aprovechó cada visita al tiro libre para tomar cuatro puntos de ventaja. Era un momento delicado, de esos en los que el tiempo parece correr más rápido de lo que se juega.

Y entonces apareció Vilaró. Su triple, seco y preciso, actuó como un reseteo emocional. A su estela, Iyana Martín, que había vivido un partido lleno de claroscuros, se rebeló con un 2+1 que devolvía la igualdad. El reloj volvió a latir al ritmo azulón. Cave, tras capturar un rebote ofensivo, empujó a Avenida hacia adelante, y Zellous, con una acción marca de la casa -robo y canasta-, puso el 69-73 a falta de algo más de cinco minutos.

Pero Gran Canaria no se rindió. Merceron, imparable en el uno contra uno, volvió a hacer daño en la pintura y equilibró otra vez el marcador siempre perfectamente respaldada por Contell. Los últimos minutos fueron una carrera contra el tiempo, un intercambio de errores, suspiros y pulsaciones. Cada ataque valía oro, cada defensa un segundo más de esperanza.

Con menos de un minuto por jugarse, Vilaró desde el tiro libre colocaba a Avenida dos puntos por delante (72-74) y 54 segundos eternos por delante. Había que proteger esa mínima ventaja como si fuera la última posesión del mundo. Montañana ordenó una defensa 1-2-2 que logró frenar el intento canario, y el balón volvió a manos de Zellous. Quedaban ocho segundos cuando se levantó, forzada, con falta incluida. Desde la línea, Avenida volvió a ser infalible. Cuatro arriba, ocho segundos, y esta vez sí, el reloj parecía jugar a favor… pero Contell anotó y dejó solo un punto de ventaja a las azulonas con cuatro segundos aún por jugarse.

Y entonces sí, tras un pequeño susto en la última acción el bocinazo final sonó como una liberación. Después de un día en el que el tiempo pareció ir en contra de todo -de la pista, del ritmo, del propio juego-, Perfumerías Avenida se marchó del Gran Canaria Arena con el partido en el bolsillo.