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Aproximación histórica a la Guerra de la Independencia en Ciudad Rodrigo
Julio Darío Martín García, Catedrático de Historia, Licenciado y Doctor en Pedagogía por la Universidad Complutense de Madri
En la Guerra de la Independencia, el valle del Duero y, concretamente, Salamanca y Ciudad Rodrigo constituyen la llave de entrada a Portugal. De ahí su indudable valor estratégico. Por el Tratado de enero de 1809, España formaliza su alianza con Inglaterra. La empresa de Portugal preocupaba a Napoleón, dado que, en este país, han hecho acto de presencia los británicos bajo el mando de Wellington. Por otra parte, los portugueses se opusieron siempre al bloqueo napoleónico a Inglaterra. En Torres Vedras, en las proximidades de Lisboa, los ingleses tienen su base.
El plan francés, ideado a fines de 1809, se basaba en un ataque combinado. Por un lado, Soult invadiría Andalucía, mientras Massena se dirigiría a Portugal. Conquistada Andalucía, Soult marcharía a Lisboa. La unión de las tropas de ambos mariscales sería una fuerza suficiente para acabar con los británicos. Como principio de este plan, a Massena, para no dejar atrás una plaza fuerte, le urgía la conquista de Ciudad Rodrigo.
¿Era tan importante esta población?
En el censo de 1591, Ciudad Rodrigo contabiliza 2.009 vecinos, unos 8.036 habitantes. Pero fruto, principalmente, de los desastres de la Guerra de Secesión de Portugal de 1640 y de los dos asedios de 1706 y 1709, durante la Guerra de Sucesión de España, la población experimentó un descenso altamente significativo, en torno al 50%. Así, en el Censo de Ensenada de 1752, el número vecinos alcanza los 1.030, sobre 4.120 habitantes.
En el Censo de 1768, dado ya en habitantes, cuenta con 4.727 y en el Censo de Floridablanca de 1787 contabiliza los 5.254, un 11% más, gracias a la política de repoblación llevada a cabo por la Real Cedula de Carlos III en 1769 para paliar los 120 despoblados de la Diócesis. Basándonos en estos últimos datos, y, en otros, como los aportados por la Sociedad Económica de Amigos del País, la población de Ciudad Rodrigo en 1810 podría estimarse en una cifra alrededor de los 6.500 habitantes.
Por otra parte, Ciudad Rodrigo, cabeza de una amplia comarca, poseía características de una pequeña ciudad. Obispado, Catedral, siete conventos, numerosos palacios, 3 hospitales, más de 200 hidalgos.
Según los datos del Catastro del Marques de Ensenada de 1750, del Censo de 1752 y del Libro del Bastón de 1770, el número de agricultores y jornaleros se eleva a 357, mientras el de todos los oficios alcanza 285. Por tanto, el 55,6% de la población pertenece al sector primario, quedando el 44,4% restante en los sectores secundario y terciario. Estas cifras podrían extrapolarse a 1810 con un margen de error de escasa entidad. Entre los oficios, sobresale el sector textil con 38 tejedores y 45 sastres. De 45 a 50 telares, aunque son muy numerosas las familias que tejen solamente para uso propio. Siguen los zapateros en número 35, los carpinteros con 20, herreros con 14 y horneros con 13. La industrialización se vería muy beneficiada por la creación, en 1781, de la aludida Sociedad Económica de Amigos del País de Ciudad Rodrigo. Ello se plasmó en la creación de nuevas fábricas textiles, de curtidos, loza, aceite, jabón y cordobanes. Tampoco debemos olvidar su interés por la agricultura con los inicios de la fisiocracia. La citada Sociedad se encaminaba así a modernizar la ciudad según las propuestas de Campomanes y otros ministros ilustrados de Carlos III.
Este es un bosquejo aproximado de la demografía y de la situación socioeconómica de Ciudad Rodrigo en 1810 cuando se prepara para hacer frente al asedio del ejército francés. Pero, lo que confería un aspecto especial a la ciudad, de carácter político, en ese momento, radicaba en el hecho de albergar la sede de la Junta Suprema de Castilla.
No debemos olvidar que las primitivas murallas mirobrigenses, altas y con mampostería, sin flancos y terraplenes débiles, habían demostrado su fragilidad en las sitios de 1706 y 1709. Por ello, en el Siglo XVIII se llevaron a cabo obras que transformaron su estructura. La vieja muralla rebajó su altura en un metro, aproximadamente, y su anchura alcanzó los 8 metros, salvo en algún punto, como el hospital de la Pasión. Por otra parte, se construyó otra segunda muralla, más baja, abaluartada en forma de estrella. Murallas bajas y muy anchas, aptas para una defensa eficaz contra los cañones, según el modelo del estratega francés Vauban, mariscal e ingeniero de Luis XIV.
Un primer ataque, capitaneado por el mariscal Ney, tuvo lugar el 12 de febrero de 1810, congregando a las puertas de la ciudad a 12.000 soldados de a pie y 2.000 dragones. Para sorpresa de los franceses, el defensor de la plaza, Andrés Pérez de Herrasti, gran estratega, que contaba solo con 5.520 soldados no rindió la plaza y obligó a Ney a levantar el sitio, el 16 de febrero.
¿Cuál fue la verdadera causa de la retirada francesa? No queremos infravalorar la probada valía de Harrestí y sus soldados, pero, la salida a la calle en masa de los mirobrigenses intimidó, tal vez, a Ney, tanto como los cañones de Arresti. Sobre todo los voluntarios del Cuerpo de Caballería del guerrillero Julián Sánchez, 'el Charro'. No olvidemos que fue el pueblo de Madrid el que originó el levantamiento contra los franceses. Ciudad Rodrigo fue una de las primeras ciudades que secundó este levantamiento al finalizar mayo de 1808. Ahora, el pueblo de Ciudad Rodrigo ve directamente amenazadas sus creencias ancestrales, sus santos y vírgenes venerados, sus valores y costumbres tradicionales. C. Romero Salvador y C. Almuiña en Historia de Castilla y León, tomo 9. Es muy probable que, sin la contribución del pueblo, animado por los numerosos clérigos y el obispado, la resistencia, en el siguiente asalto, no se hubiera prolongado dos meses y medio. De momento, Ney se retiró a Salamanca, dejando al general Marchand en Saelices el Chico.
NUEVO ATAQUE
El 25 de abril, con un ingente ejército, alrededor de 30.000 hombres, Ney se lanzó a un nuevo y definitivo asedio. Herrasti, con la ambigua promesa de ayuda por parte de Wellington que tenía acantonado su ejército en la frontera hispano portuguesa, se aprestó a una defensa heroica. Se había avituallado de víveres y pertrechos de guerra, pero sus fuerzas eran muy inferiores. No obstante, sus soldados carentes, en su mayoría, de experiencia y entrenamiento militar, aprovecharon la tregua de dos meses y medio para prepararse y adiestrarse adecuadamente. Contaba con 180 cañones algunos de pequeño calibre. Los citados Voluntarios de Caballería de Ciudad Rodrigo, mandados por el teniente coronel Julián Sánchez, 'El Charro', efectuaron varias salidas y sus ataque sorpresas infundieron temor en el enemigo.
El 1 de junio llegó a la ciudad el mariscal Masséna y tomó el mando del asedio. Si Vauban revolucionó el sistema defensivo, también revolucionó el ataque y asedios con su sistema de trincheras paralelas al muro de la muralla.
Una primera paralela bastante alejada. Una segunda para ubicar la artillería y otra más próxima para situar los morteros. Todas conectadas por zapas en zig-zag para burlar el fuego de enfilada de los defensores. ¿Dónde ubicaron estas paralelas?. En el punto flaco de la defensa enclavado en el ángulo norte. Allí se elevan dos montículos, el Pequeño Teso y el Gran Teso que dominan la ciudad. Precisamente en estas elevaciones, concretamente, en la mayor, se ubicaron las paralelas y machacaron las murallas, sobre todo, la interior más elevada, con 11.000 proyectiles y 18.000 balas. La ciudad contaba con seis alarifes, cuatro canteros y la población que trabajaron a destajo para paliar el daño de la artillería enemiga que, finalmente, abrió una brecha, frente a la torre de la catedral, el 2 de julio de 1810. Era evidente que los franceses atacarían con toda su artillería por esta zona. Herrasti, viendo la ciudad perdida, para evitar la masacre de un asalto, negoció la rendición. La plaza capitularía el 10 de julio.
Las bajas españolas ascendían a la cuarta parte de su tropa, 461 muertos y 994 heridos. El resto de la guarnición, unos 4.000 hombres, partió prisionera a Bayona. También, los miembros de la Junta Suprema sufrieron prisión. El Charro logró salvarse, rompiendo el cerco francés, unos días antes. Las perdidas francesas se cuantifican en 180 muertos y más de mil heridos. La ciudad fue saqueada sin piedad a lo largo de la noche. Además, se impuso una sanción de 500.000 francos a una plaza donde no quedaba una casa en pie. Los franceses, según Emilio Martín Serna, se apoderaron de 118 piezas de artillería, 73 toneladas de pólvora y cuantiosos víveres. También se requisaron 30.000 reales y unos 130 Kg de plata procedentes de las iglesias de la ciudad. A este respecto José María Cuadrado, según el libro 13 del Archivo de la Catedral de Ciudad Rodrigo, nos dice: "No hay que buscar en la sacristía alhajas o preciosidades, ni pergaminos ni códices en el archivo, ni magnífica sala capitular, ni suntuosa escalera… todo pereció en la gloriosa lucha contra los invasores y todo hubo de habilitarse de nuevo con sencillez".
La resistencia había durado dos meses y medio y sirvió para que los británicos perfeccionaran las ingentes defensas de Torres Vedras.
Massena, después de tomar Almeida, se estrelló ante las formidables fortificaciones de Torres Vedras. En vano, esperó la llegada de Soult que, como antes señalamos, había partido hacía Andalucía con el compromiso de converger con Massena en Lisboa. Soult fracasó al no lograr la conquista de Cádiz. Cuando, por fin, abandona esta región, toma Badajoz y se dirige a Lisboa, es demasiado tarde. Massena ya ha emprendido la retirada. Y es que los altos mandos franceses en España despreciaron al rey José y mantuvieron entre sí una parca o inexistente coordinación. Cada uno se consideraba independiente en su zona o provincia, sin querer prestar ayuda, ni en víveres ni hombres a sus compañeros. Así lo vemos en Palacio Atard, Vicente: "La España del Siglo XIX, 1809-1898", citando las Memorias del Mariscal Marbot". pag.44
A finales de 1811, el ejército británico se muestra muy recuperado y planea el asedio de Ciudad Rodrigo. Por otra parte, el Charro y don Carlos de España se sitúan en la línea del Tormes para mantener la plaza de Ciudad Rodrigo aislada e incomunicada de los mandos franceses. El 7 de enero se inicia el asedio. Las tropas francesas están al mando del brigadier general Barón Berrié.
La táctica de ataque de Wellington será la misma que siguieron los franceses en el asedio de 1810. Aprovecharán y mejorarán las paralelas construidas por estos. La resistencia se prolongó solo 13 días, aunque los franceses contaban con un elevado número de cañones, 153. Sin embargo, el número de los artilleros era, más bien, escaso y, más, a medida que se sucedían las bajas. A esa escasa resistencia contribuyó, sin duda, la nula participación del pueblo en la defensa de la ciudad. Por otra parte, el fuego de los cañones británicos logró abrir dos brechas en las murallas. Por la más pequeña, erróneamente, mal defendida, se inició el asalto final de la plaza el día 19. En estos lances, perecieron los generales británicos Mackinnon y Craufurd; también murieron 6 oficiales y 140 soldados. Hubo numerosos heridos, 846. Las bajas francesas fueron inferiores, en torno a unos 300 entre muertos y heridos. A ellos, hay que añadir 1300 prisioneros.
Después del asalto, acaecieron trágicos episodios, saqueos de casas particulares, robos, asesinatos, violaciones. El expolio del almacén de brandy de la guarnición sirvió para emborrachar a cientos de soldados. Sólo una pequeña cantidad de ciudadanos se había afrancesado, pero la inmensa mayoría recibió con entusiasmo a los británicos como libertadores. Wellington y los oficiales, hacia la media noche, intervinieron y lograron detener la violencia.
¿Cuáles fueron las consecuencias demográficas y económicas de los dos asedios en los siguientes años?
Hemos estimado la población de Ciudad Rodrigo, en 1810, en alrededor de 6.500 habitantes. En 1850, en el Diccionario de Madoz, figuran solo 4.852 habitantes. Una perdida estimada de un 25,3%, 40 años después de los asedios. Es muy cierto que la recuperación de Ciudad Rodrigo, en estos años, bajo el gobierno del inepto Fernando VII, no conllevó un escenario idóneo para la recuperación. La guerra carlista, 1833-1839, y las regencias de María Cristina y Espartero implican también una significativa parálisis. En la década de los cuarenta, gobiernan las clases medias, alternándose progresistas y, moderados, principalmente, estos últimos. Con el gobierno de la burguesía, lentamente, se va recuperando la demografía del país y de Ciudad Rodrigo, pero sigue muy lejos de 1810.
¿Qué decir de la industria de 1850, si la cotejamos con la descrita para 1810?
El análisis de Madoz es demoledor. "Está en plena decadencia, su estado actual es el mismo que quedó al terminar las guerras de sucesión. Su industria escasa, tan solo circunscrita a la fabricación de gruesos paños, mantas, costales y al curtido de pieles en dos fábricas". Si en 1810 un amplio sector de la población se dedicaba a la industria, ahora, en 1850, lo hace a la agricultura y ganadería.
Para mejor comprensión de tal depresión y decadencia en 1850, debemos añadir que todo el alfoz y la línea fronteriza con Portugal sufrieron los efectos devastadores de la guerra. Pueblos como Bodón, San Felices de los Gallegos, Aldea del Obispo, Villar de Argañán, Gallegos de Argañán, Fuente Aguinaldo, Lumbrales y otros fueron escenarios de ocupación y luchas entre británicos y franceses. Sin olvidar que, también, el apoyo activo de estos pueblos a la guerrilla, aquí, al Charro, fue fundamental para su pervivencia. Todos, por tanto, quedaron convertidos en ruinas, en mayor o menor grado.
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