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El Balneario de Ledesma: dos mil años de historia en torno a las aguas termales del Tormes
De las termas romanas a su declaración como Monumento Histórico Artístico, un enclave único ligado a la salud y la tradición
En pleno corazón de la provincia salmantina, entre encinas centenarias y la ribera del río Tormes, se encuentra el Balneario de Ledesma, un espacio termal con una historia que se remonta a tiempos romanos. Más allá de su uso actual repasamos su origen y su relevancia como enclave único ligado a la salud y la tradición. Declarado de Utilidad Pública como Bien de Interés Minero-Medicinal en 1886 y Monumento Histórico Artístico Nacional en 1931, este enclave sigue siendo un referente en el termalismo español.
El origen del balneario se explica en la propia geología: sus aguas brotan de una falla profunda, a más de 100 kilómetros en el interior de la tierra, emergiendo a 46,4 grados y cargadas de minerales beneficiosos para la salud. Ya en la Hispania del siglo II, durante el reinado de Marco Aurelio, se cree que los romanos aprovecharon estas propiedades curativas, como muestran restos arqueológicos hallados en la zona, incluidas monedas de época de Cómodo y sepulturas romanas localizadas en el siglo XIX.
Durante siglos, el balneario fue un punto de referencia en la península. Se sabe de su uso en época árabe, en la Edad Media bajo los reyes de León y posteriormente en los siglos XVII y XVIII. La importancia del lugar a lo largo de la historia queda de manifiesto con el trabajo realizado en el siglo XVIII por el profesor de la Universidad de Salamanca Diego de Torres Villarroel, publicado bajo el título Uso y provechos de los Baños de Ledesma (1744). En él destacaba las privilegiadas características naturales de estas aguas para tratar traumatismos y secuelas, artrosis, reumatismos, neuralgias, afecciones respiratorias, sinusitis y dermatosis. Antes, ya en 1697, el médico Alfonso Limón Montero, uno de los primeros en estudiar las fuentes termales desde su cátedra en la Universidad de Alcalá de Henares, había incluido el balneario en su obra Espejo cristalino de las aguas de España.
La magia y las virtudes de estas aguas fueron reconocidas oficialmente en el siglo XIX, cuando en 1886 el Reino de España las catalogó como Aguas de Interés Minero-Medicinal por sus beneficios contrastados en el tratamiento y prevención de enfermedades. De hecho el verdadero auge del Balneario de Ledesma llegó en los siglos XIX y XX, tras su catalogación oficial como establecimiento de utilidad pública. Sus aguas fueron consideradas especialmente beneficiosas para tratar enfermedades respiratorias, locomotoras, neurológicas y dermatológicas, consolidando su prestigio a nivel nacional.
En el siglo XX, el balneario estrechó su relación con la minería asturiana a través de programas de termalismo social, que buscaban mejorar la salud de los trabajadores de las cuencas mineras. Más tarde, ya bajo gestión del Montepío de la Minería Asturiana, se emprendieron importantes mejoras y ampliaciones que consolidaron su papel en la red española de balnearios.
El Balneario de Ledesma mantiene hoy su esencia como lugar de salud y descanso, conservando el valor histórico y cultural de un enclave termal que lleva más de dos milenios unido a la vida de quienes lo visitan y a la tradición del termalismo en España.
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