Un turismo arrolló al varón cuando cruzaba por un paso de peatones en la Avenida de Salamanca
Marcas del fuego en la piel: "Saltó unos ocho metros y ya no tenía salida"
El fuego de Cipérez lo atrapó de lleno, las llamas sobrepasaron su ritmo y se vio envuelto entre ellas en unos angustiosos minutos
Sonríe y bromea con los amigos. De no ser por las heridas que asoman por el aparatoso vendaje que empieza a destaparse en la zona de las orejas y la sien, José Manuel Blanco podría estar viviendo un día cualquiera de los que regresa a su pueblo desde Madrid. Manolo, como lo conoce todo el mundo en 'su' Cipérez, se vio atrapado por el fuego el viernes, ese que dejó sin nada a muchos y que en su caso se saldó con quemaduras por las piernas, el brazo derecho y el cuello.
A sus 61 años nunca había visto un poder igual de las llamas en este punto de la provincia. Esas que hicieron acto de presencia el pasado miércoles y que se reavivaron el viernes, desatando una ola de solidaridad y trabajo vecinal para intentar sofocar su avance en las tierras de trabajo y que amenazaban a las viviendas.
Fue ese mismo el motivo por el que Manolo salió del bar para ayudar. Su casa fue el motivo, una de las primeras al pasar el puente de la carretera que va hacia Vitigudino, por lo que no dudó en salir a colaborar. Lo rememora cuando las pavesas y el olor a humo siguen presentes en Cipérez, dos días después de los peores momentos. Lo hace caminando entre un paisaje negro en el que los bomberos siguen echando agua para evitar nuevos problemas.
"Iba caminando y el fuego estaba en un lado del camino cuando, de repente, saltó unos ocho metros para pasar al otro lado y yo ya no tenía salida". Así de contundente lo explica. Lo hace sereno, consciente de que puede dar gracias de que logró escapar de unas llamas que se convirtieron en el mayor enemigo gracias al viento. "Me quedé en medio del camino porque corría más que yo, esperando que me sobrepasase el fuego y ahí fue cuando pasó al otro lado del camino. Estuve ahí hasta que el fuego me sobrepasó, cuando vino gente a ayudarme".
Da las gracias a "Alberto, el de Grandes", a quien espera ver pronto para dárselas en persona. "Me cogió a pulso, me hizo saltar una valla a pulso porque yo no podía, 'me dijo, tienes que saltar, que saltes', le contesté que no podía, me cogió a pulso y me sacó". Lo rememora con la emoción presente, pero también se acuerda de aquellos que lo curaron y ayudaron hasta llegar a Salamanca. Hizo el camino con su cuñado en el coche, un camino que fue más largo que el ataque del fuego que fue en "pocos minutos".
En el hospital de la capital lo curaron y este lunes tendrá que volver a hacerse las curas. Son las secuelas de un fuego "inmenso", al que acudió con una garrafa de agua de cinco litros y que no soltó en ningún momento. "En estas cosas no te da tiempo a pensar, pero después me he preguntado cómo no me la eché por encima para refrescarme". Le da vueltas a la situación aunque prefiere quedarse con cómo se ha volcado "la gente del pueblo y los pueblos limítrofes para intentar acabar con el fuego".
El momento más emotivo, eso sí, fue al entrar en casa y reencontrarse con sus hijos. "Mi hija se abrazó a mí, se echó a llorar y con los dolores solo pedí que le dieran la vuelta a un cubo y lo llenaran de agua y hielo para meter las piernas. Luego se abrazó a mí, venga a llorar y llorar". Lo cuenta contento, sabiendo que está con ellos y que las quemaduras fueron superficiales, aunque consciente de que la suerte estuvo de su lado.
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