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Científicos salmantinos viajan al Ártico en busca de respuestas sobre el cambio climático
Los investigadores Andrés Rigual y María Ángeles Bárcena 'reconstruirán' el ambiente de los entornos polares en la era preindustrial para compararlo con el actual
La bahía de Baffin, en Groenlandia, está estrechamente ligada al comportamiento de los océanos del Atlántico Norte y del Ártico, regiones claves para el equilibrio térmico del planeta. Allí viven las diatomeas, algas diminutas y fundamentales en la cadena alimenticia marina que responden rápidamente a las variaciones en temperatura, salinidad, acidez y nutrientes del medio.
El análisis de sus restos fósiles en sedimentos marinos permite a los científicos reconstruir los cambios en los ecosistemas y el clima ocurridos durante los últimos milenios, así como determinar el estado ecológico actual del mar en esas latitudes, reflejo de los efectos locales del cambio climático e indicador global de la salud de los océanos.
Esta es una de las principales líneas de estudio de los científicos del Grupo de Geociencias Oceánicas y paleontólogos de la Universidad de Salamanca Andrés Rigual y María Ángeles Bárcena que, por medio del proyecto BASELINE, dirigen sus esfuerzos a revisar el estado actual de las comunidades de fitoplancton silíceo y calcáreo como "testigos del impacto del cambio ambiental sufrido en la base de la cadena trófica en ambientes marinos polares", informan a Comunicación USAL.

María Ángeles Bárcena y Andrés Rigual.
En este contexto, Andrés Rigual participó recientemente en una expedición científica internacional desarrollada en el mar de Groenlandia a bordo del buque rompehielos Le Commandant Charcot, donde desempeñó fundamentalmente actividades de muestreo de agua y sedimento superficial en el mar helado para documentar la presencia de especies de fitoplancton silíceo y calcáreo (diatomeas), los principales organismos fotosintetizadores y sustento de los ecosistemas marinos en esta región.
La expedición estuvo compuesta por científicos de diversos centros de investigación y universidades.
Cabe destacar que las actividades científicas de esta campaña fueron preparadas y coordinadas por la empresa SEDNA. Para ello, contó con el apoyo de las infraestructuras, el material científico y los conocimientos técnicos puestos a su disposición por la empresa armadora del buque, PONANT.
Diatomeas, testigos del clima en el pasado
Gracias a la buena preservación de sus esqueletos silíceos y su gran diversidad de especies, las diatomeas representan una herramienta muy útil para reconstruir las variaciones ambientales en el pasado. Son "la frontera entre el medio ambiente y la red trófica y, como tal, cambios en su composición y abundancia pueden dar lugar a profundas modificaciones de los ecosistemas", subrayan.

Andrés Rigual (izquierda), durante la expedición.
En palabras de los científicos de la USAL, "hacemos especial énfasis en especies potencialmente nocivas de diatomeas que en estas latitudes son bastante problemáticas y pueden ser causa de muerte o intoxicación grave por toxinas de diferentes especies de macrofauna". Se espera que estas especies proliferen en las próximas décadas en ambientes polares y por eso "nosotros estamos estableciendo este punto de referencia para poder identificar cambios en estos organismos en el futuro", explica Andrés Rigual.
Por otra parte, otro de los aspectos fundamentales de su trabajo es la "toma de muestras de sedimento superficial para estudiar la distribución de estas especies en un pasado reciente y ver si ha habido cambios sustanciales desde el periodo preindustrial hasta la actualidad". Los resultados de los pertinentes análisis permitirán determinar todas las cuestiones planteadas respecto al cambio ambiental de las diatomeas y su efecto sobre los ciclos biogeoquímicos marinos y el clima, "tras todo el proceso de la identificación, conteo y comparación de especies podremos reconstruir fielmente el ambiente y los organismos que vivían allí y cuál era el estado ambiental vigente", incide, por su parte, la catedrática Mª Ángeles Bárcena.
Proyecto BASELINE
El proyecto 'BASELINE' pone especial énfasis en el estudio del impacto de cambio ambiental sobre la base de la cadena trófica antártica y sus comunidades de diatomeas, microalgas unicelulares envueltas en una estructura de sílice opalina con una gran diversidad de formas y tamaños.
Un objetivo de investigación que Andrés Rigual y Mª Ángeles Bárcena han podido trasladar al mar de Groenlandia ahora, tras haberlo acometido previamente en la Península Antártica. Esto les proporcionará una imagen del estado de actual de los ecosistemas marinos en ambas latitudes polares y comparar la distribución de especies de diatomeas en las dos regiones, "proliferan en los dos polos y, aunque tienen diferencias, las diatomeas también comparten similitudes. Cada campaña del proyecto nos ayuda a esclarecer más información sobre ambas comunidades, especialmente las del Antártico, menos estudiadas, refieren".
"Nuestro trabajo de investigación se centra en el estudio del océano, en su funcionamiento actual y del pasado, que reconstruimos utilizando microfósiles de algas y zooplancton", señalan. La peculiar estructura de las diatomeas y el estudio de su registro fósil "nos permite identificar tendencias además de constatar cambios actuales, nos permite trasladarnos cientos de años atrás en el tiempo".
Los últimos estudios científicos internacionales apuntan que el océano global está cambiando y los océanos polares lo están haciendo especialmente rápido, "un cambio que, si bien en cierta medida es natural, también es cierto que en gran medida está provocado por el hombre y su influencia es abrumadora", concluyen.
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