El alcalde de Salamanca ha anunciado que el cementerio municipal San Carlos Borromeo se dotará en los próximos meses de un sistema de señalización y audioguías, un proyecto que se completará con visitas guiadas para recorrer su patrimonio artístico, biográfico y simbólico. Un paso que, más allá de la modernización de este espacio, podría significar también la apertura de Salamanca a una modalidad turística aún poco explorada: el necroturismo.

Aunque pueda sonar inquietante a primera vista, el necroturismo -también conocido como turismo funerario o de cementerios- se ha consolidado en muchas ciudades del mundo como una forma de conocer la historia desde sus márgenes, a través de espacios que conservan no solo a las personas que nos precedieron, sino también auténticas joyas escultóricas, arquitectónicas y literarias.

Se enfoca como una línea complementaria de turismo cultural. Con un enfoque cuidado y didáctico, se puede integrar en las rutas literarias, históricas o incluso musicales. No se trata de 'visitar tumbas', sino de explorar biografías, estilos artísticos y símbolos que ayudan a comprender la ciudad desde otras perspectivas. Desde los personajes célebres hasta la vida cotidiana que se intuye en los nombres anónimos de las lápidas.

Tal vez, como ocurrió con el turismo de cementerios en la Europa del siglo XIX -donde estos espacios se convirtieron en lugares de paseo, reflexión y arte-, ahora se entiende que ha llegado el momento de revisitar nuestros propios cementerios con otros ojos, como espacios que también guardan belleza, legado y verdad.

PATRIMONIO ENTRE LÁPIDAS 

En el caso de Salamanca, el cementerio de San Carlos Borromeo guarda entre sus muros tumbas ilustres que ya hoy reciben visitas de curiosos que van buscando ese lugar en concreto por diferentes motivaciones pero que podrían convertirse en puntos de interés para rutas temáticas.

Uno de los nombres más universales de la ciudad, Miguel de Unamuno, descansa en una galería lateral del camposanto. Su epitafio, escrito por él mismo -"Méteme Padre Eterno en tu pecho, misterioso hogar. Dormiré allí pues vengo deshecho del duro bregar"-, sigue atrayendo a estudiantes, investigadores y visitantes de todo el mundo, deseosos de conectar con el espíritu del pensador.

No muy lejos, la tumba del cantante Rafael Farina, ídolo de generaciones y voz de la copla charra, se convierte en punto de peregrinación emocional para sus admiradores, que rememoran sus canciones y su amor por Salamanca. Hay quien viene solo a recordar, y quien viene buscando un vínculo emocional con la tierra o con una memoria familiar. Porque en un cementerio no solo se honra a los muertos; también se construye relato colectivo.

San Carlos Borromeo no solo es un lugar de descanso, también lo es de memoria histórica y artística. Su crucero de San Cebrián o los panteones familiares de finales del XIX y principios del XX constituyen un legado visual que invita a la contemplación y al análisis. El proyecto del Ayuntamiento contempla integrar todo ello en un recorrido cultural accesible a través de códigos QR, audioguías y visitas guiadas. Una iniciativa que, si se articula con sensibilidad, puede conectar con una tendencia en auge a nivel global.

Ciudades como París con el Père-Lachaise, Buenos Aires con la Recoleta, Praga y su cementerio judío o Londres con Highgate ya han incorporado el necroturismo a su oferta cultural. En España, Barcelona, Madrid, Comillas o Sevilla tienen diseñadas rutas patrimoniales por sus cementerios más emblemáticos.

Los que lo defienden dejan claro que lejos de frivolizar con la muerte, este tipo de turismo invita a la reflexión, al conocimiento de la historia y a la valoración del arte funerario.