Salamanca se sitúa entre las provincias más castigadas de Castilla y León por los efectos del calor extremo. Desde que comenzó el verano climatológico, el 15 de mayo, ocho personas han fallecido en la provincia por causas directamente atribuibles al calor, según el Sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria (MoMo), dependiente del Instituto de Salud Carlos III.

Estos fallecimientos se enmarcan en un contexto preocupante: Castilla y León ya suma 43 muertes por calor en lo que va de verano, y el reciente episodio de temperaturas extremas registrado entre el 28 de junio y el 1 de julio se ha saldado con 14 víctimas mortales en la comunidad, la mayoría personas mayores.

A nivel regional, la provincia más afectada ha sido Palencia, con 15 muertes, seguida de Zamora (9) y Salamanca (8). Otras provincias como Ávila, Segovia o Burgos también han registrado varios decesos, aunque en menor medida, según los datos que ha recogido Ical de ese sistema MoMo.

Durante la ola de calor, considerada la primera del verano, las temperaturas superaron los 40 grados en numerosos puntos de la región durante varios días consecutivos. El lunes 30 de junio y el martes 1 de julio fueron los más críticos en términos de mortalidad. Aunque no se ha especificado cuántas de las ocho muertes registradas en Salamanca ocurrieron en ese período concreto, las autoridades advierten que la mayor parte de las víctimas mortales tenían más de 65 años, y muchas de ellas superaban los 85.

El envejecimiento poblacional, la soledad y las enfermedades crónicas hacen que una parte significativa de la población salmantina sea especialmente vulnerable ante este tipo de fenómenos meteorológicos extremos, cuya frecuencia e intensidad van en aumento por efecto del cambio climático.

El verano pasado ya fue especialmente trágico: 225 personas murieron en Castilla y León por causas relacionadas con el calor, de un total de 2.012 fallecimientos en toda España. Julio fue el mes más letal, con 141 muertes en la comunidad, seguido de agosto (84) y septiembre (1).

También se subraya la importancia de reforzar las redes de apoyo comunitario, especialmente para las personas mayores que viven solas. En este sentido, la colaboración de vecinos, familiares, servicios sociales y sanitarios es esencial para detectar a tiempo situaciones de riesgo.