La plaza de toros de La Glorieta se llena de un aire vibrante, ese que solo se siente cuando el toreo se convierte en arte vivo. En esta tarde única, seis toreros salmantinos, antiguos alumnos de la Escuela de Tauromaquia de Salamanca, vuelven a pisar el albero con el temple y la maestría que solo otorgan años de entrega y pasión.

Javier Castaño, Miguel Ángel Sánchez, Juan del Álamo, Alejandro Marcos, Manuel Diosleguarde y Antonio Grande son los nombres que, como versos escritos con el capote y la muleta, narran una historia de coraje y talento.

Frente a ellos, los toros de la ganadería local de Los Requiles muestran bravura y poder, un desafío digno para estos diestros que llevan en la piel el sello de Salamanca. Cada embestida, cada pase, es una conversación silenciosa entre hombre y toro, una lección de arte y valor que enciende los aplausos y el respeto de un público entregado.

No es solo una clase magistral, es la celebración de 40 años de historia de la Escuela de Tauromaquia de la Diputación de Salamanca, un homenaje a la tradición que late en cada calle, en cada esquina de la ciudad. Entre el público, las autoridades locales –el alcalde Carlos García Carbayo, el presidente de la Diputación Javier Iglesias y el diputado de Tauromaquia Jesús María Ortiz– acompañan esta fiesta del toreo.

El sol ilumina el ruedo y la emoción crece. La tarde avanza como un relato en seis actos, cada uno con su pulso, su emoción y su verdad. Abre plaza Javier Castaño, que saluda una ovación tras una faena de mucha disposición, aunque sin terminar de calar en los tendidos, frente a un novillo deslucido que sale del embroque soltando la cara, dificultando su labor. Le sigue Miguel Ángel Sánchez, que deja una faena limpia, en varios momentos con falta de acople, pero que sella con un estoconazo rotundo, lo que le vale también una ovación.

El tercero es 'Macareno', que corresponde a Juan del Álamo. El salmantino despliega entrega y temple ante un novillo pronto pero complicado, y su voluntad cala en el público: pasea la primera oreja de la tarde.

Alejandro Marcos muestra destellos de su clase en el cuarto, pero el fallo con la espada apaga el premio que roza con la yema de los dedos.

El punto de inflexión llega con Manuel Diosleguarde, que se hace grande ante el más serio y deslucido del encierro: pone lo que le falta al novillo y levanta al público con una faena vibrante y de mucha raza que le vale las dos orejas.

Cierra plaza Antonio Grande, con una faena basada en la mano izquierda, firme y medida, que remata con un estoconazo perfecto. La oreja es el colofón a una tarde que crece en intensidad hasta estallar en torería.

Cuando el día cede paso a la noche, la plaza se queda con el susurro de una tarde que reafirma el compromiso de Salamanca con su historia y con el futuro de la tauromaquia.

La ciudad no descansa. Salamanca aguarda con expectación la corrida que marcará el cierre de este ciclo taurino el 14 de junio, un duelo esperado que ya forma parte del alma de esta tierra: Morante de la Puebla y Marco Pérez. En el mismo ruedo de La Glorieta, sus capotes y muletas dibujarán un mano a mano que promete encender pasiones y regalar otra tarde para el recuerdo, un cierre perfecto para la celebración de los 40 años de la Escuela de Tauromaquia.