En una tarde cargada de tensión y esperanza, Unionistas de Salamanca afrontó el partido más importante de su temporada y quizá de su historia reciente- en el emblemático Estadi Johan Cruyff. Era la última jornada de la Primera RFEF, y los dirigidos por Acciari salieron al césped con todo en juego: la permanencia dependía exclusivamente de ellos.

Desde el inicio, el planteamiento fue claro: resistir. Frente a un Barça Atlètic fiel a su estilo de posesión y control, Unionistas respondió con orden, sacrificio y corazón. No era una tarde para el espectáculo, sino para la supervivencia.

El susto llegó pronto. Al minuto 5, un error defensivo dejó a Soma solo frente al primer palo, aunque sin consecuencias. Fue un toque de atención que activó aún más la defensa salmantina. El filial azulgrana dominaba el balón, pero carecía de profundidad ante un rival concentrado y aguerrido.

Pocas ocasiones claras se vieron en la primera mitad. En el 32’, Iván Moreno probó desde fuera del área, obligando al portero local a intervenir. Pero el golpe de efecto llegó justo antes del descanso. En el minuto 45, una jugada que condensó la fe de un equipo: Jonny giró y abrió a la derecha, Pau Martínez desbordó y centró con precisión, y Gorka Santamaría -que había ingresado tras la lesión de De la Nava- cabeceó a gol en el área pequeña. 0-1, y estallido de emoción en la grada salmantina y las lágrimas del delantero que simbolizaban todo lo que había dentro de los corazones blanquinegros. 

Ese gol fue mucho más que una ventaja. Fue símbolo de lucha, de unidad y de la determinación de un equipo que no estaba dispuesto a rendirse. El primer tiempo se cerró con lágrimas y puños al aire, con una afición desplazada que creía y alentaba sin descanso.

La segunda mitad comenzó con un Unionistas valiente. En el 47’, Vergés obligó al portero local a una intervención exigente. Iván Moreno también lo intentó en el 51 con un disparo raso. El Barça Atlètic, como era de esperar, apretó y se volcó en busca del empate.

En el 66’ llegó el primer mazazo: Godoy ejecutó una falta perfecta, ajustada al palo. 1-1. El Johan Cruyff empujaba, y el filial azulgrana lo sabía: necesitaban ganar para salvarse.

Unionistas aguantaba como podía, con cambios forzados por lesiones y agotamiento. Pero en el 88’, un centro envenenado de Percan se coló sin que nadie lo tocara. 2-1 y un nudo en la garganta. Faltaban siete minutos de añadido. A esa misma hora, se agitaban los partidos en otros campos: la Ponferradina marcaba, Osasuna B también, y el equilibrio de la tabla bailaba segundo a segundo.

Cuando sonó el pitido final, la derrota era un hecho, pero el milagro estaba cumplido: Unionistas de Salamanca seguirá un año más en Primera RFEF.

Una derrota que sabe a gloria. Un final de temporada que se recordará por mucho tiempo.

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