
Recetas para educar
Yo no soy un trabajador de la enseñanza.....

Yo soy un MAESTRO. Realizo una labor social, o para la sociedad, a través de personas: mis alumnos; siendo un poco utópico y optimista, creyendo que puedo hacer algo contra la genética y el propio ambiente, para mejorar la formación de mis niños, o que a menos debo intentarlo.
Me siento feliz cuando saco adelante uno de esos “casos imposibles”. Cada día reflexiono sobre mi trabajo, y me sigo disgustando cuando no acierto con todos los alumnos. Mi recompensa es su afecto que a veces llega incluso con el paso de los años, y, curiosamente llega sobre todo, el de aquellos a los que tuve que corregir reiteradamente y a su pesar .
Sigo soñando que puedo educar instruyendo e instruir educando, a pesar de todas las dificultades. Me siento grande trabajando con pequeños.
Y pido un respeto. Para empezar que se me llame por mi nombre, no soy ni “seño”, “ni profe”, ni apóstol de la docencia, ni mucho menos trabajador de la enseñanza , soy un MAESTRO, y trabajo en la ESCUELA.
Pido a la Administración, que me evalúe, pero que también me valore, cuando lo haga bien; que sea generosa, y cuando no acierte que me diga cómo hacerlo o me ponga los medios a mi alcance, que no me empuje con la burocracia.
A los padres, les pido que pregunten a sus padres, o a los padres de sus padres (si es que son demasiado jóvenes) de cómo se respetaba al maestro. A mis compañeros, que no manchen el nombre de Maestro, y lo lleven con orgullo.
El respeto de los niños me lo he de ganar yo, día a día.
No necesito campañas para darme prestigio, ya lo tengo, sólo me sobran las campañas que día a día me desprestigian.
Pero por favor, un respeto, que soy MAESTRO.
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