
Recetas para educar
Carta a algunos médicos

Querido Dr.
Me dirijo a Vd. para hacerle sentir el otro lado de la consulta, el que seguro que Vd. conoce cuando va con su madre, hija u otro familiar, pero probablemente su condición de médico, le hace vivirla desde una posición privilegiada, si no es así todo lo que le digo será más familiar.
¿Sabe Vd.? La mayoría de nosotros no vamos al médico por placer, por ocupar el rato o por fastidiar. Vamos cuando nos falla la salud, y eso acongoja. Y lo que para Vd. es una rutina, para nosotros es lo más importante del día e incluso de nuestra vida.
Puede que haya pacientes que sí lo hagan o incluso algunos que les falte el respeto, otros incluso abusen del sistema sanitario, pero por favor no nos meta a todos en el mismo saco. Yo, como la mayoría respetamos mucho su profesión. Y el dignificarla, está en parte en las manos de los profesionales.
Me permitiría pedirle algunos favores:
Dr. por favor, Míreme a la cara cuando le hablo, me hace sentir que lo que le cuento lo considera importante. Sobre todo no me cambie por una pantalla de ordenador, que éste no se convierta en su aliado y en mi contrincante. Como Vd. bien sabe en mi cara, en mi tono de voz hay mucha información sobre mi dolencia.
Sonría, cuide su lenguaje no verbal, y evite comentarios despectivos. Aunque Vd. no me mire a la cara yo si miro a la suya, y la interpreto. Y si no consigo llevarme tranquilidad, entonces me llevo el miedo amplificado. El tono de voz, si puede que sea dulce, eso equilibra la voz quebrantada. Recuerdo cuando a un paciente le decían no te muevas, y él no se movía sino que le temblaban las manos de miedo.
Cuenta Ferrari, en su libro La fuerza de la bondad, que fue a ver a su podóloga y que, después de hacerle varias pruebas, la doctora se sentó en su mesa para analizar los resultados. Él se colocó en otra silla delante de la mesa, esperando silencioso y un poco angustiado el diagnóstico. Ella se enfrascó en el análisis de las pruebas con tanta intensidad que, pronto, levantó la cabeza y lo vio allí inmóvil y expectante.
- ¿Quién es Vd.? ¿Qué hace aquí?
- Mire doctora, yo soy el dueño de ese pie que está analizando.
- La podóloga hacía su trabajo concienzudamente, pero se olvidaba del paciente. Tenía delante el problema que debía resolver pero había hecho desaparecer de su corazón y de su mente a la persona que lo padecía.
No me trate como un número dividido entre el tiempo que tiene de trabajo para dar como resultado unos minutos de derecho a consulta. Aunque a veces, el exceso de pacientes no se lo facilite. Sea valiente y no se rinda a los mandatos de la Administración si eso supone tratar peor a sus pacientes.
Tampoco pague conmigo, el cabreo que le origino el otro paciente, la burocracia sanitaria, o el malestar creado por un compañero.
Si le digo que me duele algo, tómese el tiempo de explorarme, no me crea que a veces yo no sepa explicar lo que me pasa.
No voy buscando una receta, sino una cura. Y a veces sanan más las palabras, la mirada el tacto que la receta médica. Ya decía Freud, que la ciencia moderna aun no ha producido un medicamento tan eficaz como unas pocas palabras bondadosas. Para Carl Rogers:”Cuando un ser humano te escucha, estas salvado como persona”.
Sobre todo deme esperanza, la verdad se puede decir de muchas maneras y una de ellas es de manera amable. Desterré la palabra “para siempre”, no tiene derecho a robarme mi esperanza.
Tráteme como si yo fuera su madre, su hija, o esa persona importante a la que Vd. admira. Yo, para mí y los míos soy importante. No le pido que sea perfecto como una máquina sino que sea humano.
Y hay dos momentos muy importantes en los que le pido especial atención. Cuando se trata de una intervención quirúrgica, una enfermedad grave o cuando voy con mis padres o mis hijos En esos momentos el miedo va amplificado. No frivolice con las operaciones, no se comporte como un mecánico. Cuando el problema de salud suponga un gran cambio en mi vida, póngase en mi lugar, no me trate como una cosificación.
Deme información, lo que para Vd. es obvio, para mí no lo es, lo que para Vd. es una prueba diagnóstica fácil, para mi nace con miedo a lo desconocido, un poco de información previa, incluso en un papel puede tranquilizarme. En las pruebas médicas un poco largas, palabras de ánimo a lo largo de la misma me ayudarán ( un simple “ya queda poco”, servirá).
Trabaje en equipo, por favor, eso nos da seguridad, si Vd. no está seguro de mi diagnóstico o de mi solución, no me importa esperar, o de que se apoye en las nuevas tecnologías.
No me riña por estar enfermo, incluso si no he sabido cuidarme adecuadamente, puede que haya males internos que me lo impidan. Tampoco me culpe por tener la edad que tengo, no me desahucie por tener esta edad, que seguramente Vd. llegará a ser mayor (así se lo deseo) y necesitará tacto y cariño.
Si me da una segunda opinión, hable con respeto de su compañero. Y no descarte otras alternativas, otro tipo de tratamiento alternativo, y no se burle de ello.
Ya, Don Gregorio Marañón señalaba, “un médico antipático es siempre un mal médico, por ciencia y técnicas que atesore. Ya que, con su actitud displicente aumenta el sufrimiento el enfermo”.
E Hipócrates. Nos decía, que el mejor médico es aquel que, conozca a la persona que tiene la enfermedad, y no a la enfermedad que tiene la persona.
Ambos médicos, ambos sabios.
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