En realidad sería más apropiado decir que lo que corre peligro es nuestra maltrecha democracia. Lo malo no es que Gran Bretaña se haya salido de la UE, ni es que los partidos “ultras” estén a punto de llegar al poder y que amenacen con abandonar el proyecto europeo.
Supongo que los defensores de la integración europea no están muy contentos estos días. Estamos en trámites de divorcio con Gran Bretaña, y de un divorcio peleón. Una ruptura matrimonial no es algo muy agradable en sí, pero menos lo es un matrimonio mal avenido. Y esta es la pura realidad: Gran Bretaña nunca se llevó bien con la UE. No fue un matrimonio por amor, sino por interés, un matrimonio que –no es la primera vez que lo digo – nunca debería haberse celebrado.
Es posible acaso una organización que se denomine “Políticos sin fronteras”?
La situación actual de Europa no es realmente muy optimista - tampoco la de España-, pero una Europa xenófoba, una Europa nacionalista, una Europa con fronteras y con aranceles, una Europa de visados y de pasaporte, y, sobre todo, una Europa con sangre y guerras es todavía menos atractiva.
Parece ser que los políticos europeos empiezan a despertar de su letargo ante la situación en que se encuentra la UE, pero no sé si con buen o con mal pie. Antes de nada deberían utilizar un lenguaje sencillo que pudiera entender todo el mundo.
Navegar contra corriente no es nada fácil. En estos momentos de populismo creciente y de democracia menguante hablar de la UE suena a trasnochado e incluso a utópico. Lo que priva hoy y lo que hoy está de moda es hablar mal de Europa.
Supongo que la mayoría de los españoles están ya hartos del tema del nacionalismo, y sobre todo del nacionalismo catalán. Aunque, más bien y por diversos motivos, yo diría que todos estamos hartos y desde hace ya mucho tiempo. O quizás no. Pero que nadie se haga ilusiones.
El paro, la corrupción y el fraude, los problemas económicos, los políticos y los partidos en general y la sanidad suelen ser, por este orden, las principales preocupaciones de los españoles. Es curioso que ni la droga ni el narco aparezcan entre lo que más nos preocupa y sí aparezcan los políticos. Y, sin embargo, el narcotráfico está mucho más castigado que el ejercicio de la política.