Algo huele a podrido en Salamanca

El pasado junio tuvieron lugar, entre otras, las oposiciones a la cátedra de órgano del Conservatorio Superior de Música de Castilla y León, plaza que queda vacante debido a la próxima jubilación del profesor que ha ocupado dicho puesto en Salamanca durante décadas: don Luis Dalda Gerona.
Uno de los aspirantes a dicha cátedra es Andrés Cea Galán, actual profesor de órgano del Conservatorio Superior de Música «Manuel Castillo» de Sevilla y celebrada leyenda del órgano en España. Al maestro Cea, formado en la también legendaria Schola Cantorum Basiliensis de Suiza, le precede una trayectoria tanto concertística como discográfica extraordinaria: no hay más que navegar por YouTube, Spotify y otras plataformas de música en streaming para comprobarlo. A su impecable currículum se añade la imponente labor musicológica que ha venido realizando a lo largo de toda su carrera, siendo prueba de ello las decenas de libros y artículos de investigación firmados por don Andrés en algunas de las publicaciones musicales más prestigiosas de nuestro país. Todo ello compaginado con la sacrificada profesión de la docencia, que no necesita más epítetos que el aplauso del público más exigente: el alumnado. Hay estudiantes que hacen malabares imposibles con sus horarios y que, incluso, cambian su ciudad de residencia viajando cientos de kilómetros sólo para poder tener el privilegio de ser pupilos del maestro Cea.
Con estos antecedentes, resulta indignante e incomprensible a todas luces que don Andrés no haya superado ni siquiera la primera prueba de la oposición, habiendo quedado excluido del proceso con una nota de 0.66 puntos sobre 3 (un equivalente a 2.2 sobre 10), tal y como se puede consultar en los resultados publicados por el portal de educación de la Junta de Castilla y León. Hasta luego, Maricarmen.
Ay, Castilla, me dueles. El mundo del órgano en Castilla y León esperaba la venida del maestro Cea como agua de mayo que pudiera verdaderamente bendecir nuestra tierra, austera, árida y yerma. Pues sí, la cátedra de órgano del único conservatorio superior de música de nuestra comunidad autónoma ha quedado desierta, pero desierta también se queda Castilla, porque los que han estado antes que usted, don Andrés, han quemado el campo, lo han cubierto de sal y ya no puede crecer nada. Duele asimismo el estrepitoso éxodo de alumnos que durante los últimos años han huido de los estudios superiores de órgano de nuestra comunidad y marchan a otras comunidades autónomas. Y duele el clamor en redes sociales y corrillos de expertos del órgano, de la docencia y de la música antigua en España, que se lamentan e indignan a partes iguales tras haberse conocido los hilarantes resultados de la oposición.
Creímos, por un momento, que podría venir alguien a abrir las ventanas y a disipar ese olor a cerrado, a moho y a naftalina que ha venido impregnándolo todo durante décadas. Soñamos, por un momento, que Castilla podría oler a olivas, a manzanilla y a azahar. Qué dulce fue el sueño mientras duró, y qué amargo es el despertar a la cruda realidad.
Porque ya lo dijo el poeta: en España «el mérito no se premia. Se premia el robar y el ser sinvergüenza. En España se premia todo lo malo» (Valle-Inclán en sus Luces de Bohemia). Y es que, quizás, todo haya sido mejor así. No nos merecemos tener en Castilla y León a una leyenda del órgano de la calidad profesional y humana del profesor Andrés Cea Galán, no nos lo hemos ganado. Quizás, él esté mejor en su tierra, con su gente, donde le valoran y le tratan bien. Quién sabe lo que le hubiera acontencido al maestro andaluz de haber dado con sus huesos en el COSCYL. Quizás no hay mal que por bien no venga. Domine, non sum dignus...
Lamentos de plañideras aparte, lo que está claro es que los nombres de los miembros del tribunal calificador han quedado manchados para siempre por haber tomado parte en sainete semejante. ¿Con qué propósito sacáis a concurso las cátedras, con todo el gasto para la administración que dichos procesos seleccionadores conllevan, si luego las dejáis desiertas, permitiendo que se nos escapen de las manos tesoros de la música ibérica como don Andrés Cea Galán? ¿Por qué alimentáis la sombra de la corrupción, el nepotismo y la mediocridad en nuestra tierra? ¡Si vosotros ni siquiera sois castellanos! ¿Qué han ganado, entre otros, el Ilmo Sr. D. Javier Artigas Pina y don Álvaro Zaldívar Gracia, participando en semejante despropósito y poniendo en tela de juicio su prestigio y su trayectoria profesional a los ojos de la toda la comunidad musical española? ¿Por qué venís a nuestra tierra a hacernos daño, baturricos? Aquí no necesitamos más Fernandos, ¡que Isabel se basta y se sobra para gobernarse sola!
Es triste ver cómo las oposiciones a conservatorios de este país son, indefectiblemente, el caldo de cultivo perfecto para arreglos de cuentas, venganzas personales, comportamientos mafiosos, celos profesionales y otras miserias humanas. Hoy, la música en Castilla y León está de luto. Bueno, en realidad, nunca hemos dejado de estarlo, porque llevamos décadas así, sumidos en una profunda oscuridad que se antoja desoladora e infinita.
Venceréis, pero no convenceréis.
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